“¡Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!” Sal. 24: 11.
Somos creación de Dios. Reconozcamos lo que tenemos: nuestros ojos, nuestra vista; nuestra nariz, nuestro olfato; nuestras orejas, la escucha; nuestras manos, nuestras obras; nuestros pies, nuestros pasos; nuestra boca, nuestras palabras; nuestro vientre, nuestros hijos; nuestro cerebro, nuestra inteligencia.
Podría faltarnos algo, pero algo también nos sobra para dar y para recibir.
¡Tenemos tanto por lo cual agradecer a nuestro creador! Si le pedimos, démosle; si le reclamamos, entreguemos a los demás; si le debemos, seamos agradecidos. Nuestro Padre se desvive por nosotros. ¿Y nosotros, qué hacemos en su nombre o qué hacemos para Él? Nuestras obras pueden ser la mejor muestra de nuestra fe y de nuestra gratitud.