“Ruben’s grocery” es un local para los que sufren de “homesick”, la nostalgia de quienes se encuentran lejos de casa. Ubicado en el pueblo texano de McAllen (Estados Unidos), este supermercado supo convertir las desventajas en punto a favor y consolidarse como un negocio insustituible.
El mexicano Rubén Cavazos y su esposa montaron una tienda en el 1971 de mercancía extranjera. “No teníamos solvencia para competir con grandes negocios de aquí (Estados Unidos). Por eso diversificamos, a modo de manejar algunas mercancías que ellos no manejaran y poco a poco fuimos agregando más, hasta de tener 18 países”, recuerda el señor Rubén. Hoy todos los países de Latinoamérica están representados en algún comestible o bebida. Y obviamente, son los latinos que llenan este supermercado.
Rubén G. Cavazos hijo hace todo un recorrido por la tienda para mostrar sus productos dominicanos estrellas. “Vienen de todas las nacionalidades, muchos mexicanos, venezolanos, nicaragüenses, colombianos, peruanos, argentinos, boricuas, dominicanos…”, explica mientras va mostrando la mercancía. El gerente hace la salvedad de que los productos europeos que allí despachan son para clientes hispanos “que han podido viajar y tienen un nivel económico más alto”.
Entonces por fin muestra los productos criollos: avisa que el café Santo Domingo, que es lo más vendido entre nacionales, se le agotó. Pero enseña orgulloso un cazabe y ¡sorpresa! Un Country Club rojo “¡Ves!, esa es la reacción que tienen nuestros clientes, la gente ríe (fue el caso), grita o llora ¿Por qué? Porque la comida tiene mucho sentimiento y, al igual que el aroma y el sabor, están amarrados a nuestras memorias”, explica.
El dominicano César Almánzar no fue precisamente a buscar comida. Andaba los pasillos de este negocio con un caldero, al que le encontró inmediatamente relación con su tierra: “los dominicanos somos muy sociales, siempre salimos juntos y para cocinar necesitamos una paila grande y eso no lo puedes obtener en otro lado”, se justifica.
“Estoy agradecido de tener lugares como estos que nos mantienen de alguna forma cerca de casa”, agrega este dominicano que llegó a los Estados Unidos en el 2008 y que asegura que en su casa, lo que siempre se lleva de aquí y nunca puede faltar son los víveres, para su cena.
El éxito de este negocio también tiene mucho que ver con el lugar donde nació. McAllen (Texas) está a 20 minutos de la frontera mexicana. Aquí, el idioma español está tan extendido como en el “Washington Heights” de Manhattan y la inmensa mayoría de su población es latina (84.6% según el censo del 2010). Este pueblo es zona de tránsito de indocumentados, generalmente mexicanos y centroamericanos, que cruzan la frontera a través del río Bravo, desde la ciudad mexicana de Reynosa (Tamaulipas).
Productos son comprados en Miami
Con 45 años de antigüedad, “Ruben’s grocery” tiene 25 empleados y genera ganancias aproximadas de 4 millones de dólares al año (RD$180 millones). El producto importado más vendido es la harina de maíz, la que se usa para cocinar las arepas venezolanas.
Los escaparates aquí tienen toda variedad de productos: cervezas, jugos, dulces como chupetas y pastas de guayaba, plátanos maduros empaquetados, tamales cubanos, hasta el caldero que llevaba en brazos César el dominicano. Él andaba tan orgulloso con su mercancía que cuando se le pidió una foto preguntó a broma ¿quiere que lo cargue como un bebé?
Los productos no provienen directamente desde su país de origen, sino que la tienda los adquiere en Miami. Y esa es precisamente la mayor incertidumbre para este negocio, que el transporte no es estable (semanalmente, cada 15 días o a veces más) y los productos que aquí se venden son perecederos, según comenta su fundador.
La tienda familiar
Tres cosas se perciben a la primera cuando se entra a este local, ubicado entre calle 20 y Gumwood de McAllen: los rasgos hispanos de sus compradores, la variedad del supermercado y la extraña y estrecha empatía entre clientes y los dueños. Rubén, el más joven, se define como el gerente de la tienda, el encargado de compras, de ventas, de barrer, de poner mercancía y de limpiar. “Es un negocio de familia y yo atiendo a todo el mundo. La gente viene no solo a comprar, viene a saludarme. Quieren tener una conexión con la persona a quien le están entregando el dinero”. Ciertamente, en un paseo se confirma que la gente le conoce y saludan.
Este trabajo fue realizado con apoyo de la
International Women´s Media Foundation (IWMF)