“Qué bienvenidos, por los montes, los pasos del que trae buenas noticias, que anuncia la paz, que trae la felicidad, que anuncia la salvación”. Is. 52:7.
Si sientes en tu corazón el decir una palabra de esperanza a alguien que ves desconsolado, confundido, agobiado, triste, no te la guardes. Aunque temas no ser bien recibido, no te quedes callado. Tampoco te avergüences, pues tus palabras pueden ser como dulce canto a los oídos de esa persona. Tus palabras pueden ser exactamente “eso” que esa persona necesitaba escuchar.
Tus palabras de esperanza pueden levantar al caído, pueden traer luz al confundido, pueden hacer sentir como nuevo al agobiado, pueden traer alegría y fe al entristecido. Además, tus palabras pueden ser ese instrumento que Dios decidió usar para traer paz y bendición a otra persona.