Monseñor Benito de la Rosa y Carpio nació en 1939 en Los Ríos, una comunidad cercana a Higüey que luego se convirtió en un barrio de la ciudad.
“En mi familia no había sacerdotes. Pero era una familia realmente católica.
Desde hace 250 años los de la Rosa se casan por la Iglesia. Me consta cómo mis bisabuelos pedían un hijo sacerdote y no fue ninguno de sus hijos.
Yo soy la cuarta generación después de estar haciendo oración pidiendo un hijo sacerdote”.
l ¿Qué extraña de su pueblo? Porque un obispo se casa hasta la muerte con la diócesis a su cargo.
l Mi práctica es hacer igual que Hernán Cortés. Yo quemo las naves. Mis padres cuando yo tenía once años debieron emigrar y yo debí, con todos mis hermanos, quedarme en Higüey.
Siempre me daba nostalgia y debí trabajar esa tristeza.
Como he tenido que mudarme tantas veces… Al seminario, a Roma, a La Romana. Trabajé la separación. Me separé de Higüey de tal manera que ya no me da tristeza.
l ¿Sus padres se fueron a EE.UU.?
l No. En ese tiempo era una separación interna. No muy lejos, pero el transporte no era tan fácil. Los veía con frecuencia, de vacaciones. Como pasa hoy día, vivíamos con los abuelos. Sólo duró cinco años, pero siempre marca.
l ¿Qué pasa con un joven que vive 21 años bajo una dictadura, qué enseñanza le deja?
l Muchísimas. En primer lugar yo sé lo que es el miedo. El miedo a andar por las calles, el miedo a la represión. Segundo, aprendí que no se debe ser dictador, porque siempre terminan mal y haciendo daño. El que triunfa de la manera que se triunfa en una dictadura termina en el exilio. Él y toda su familia.
Deja consecuencias para toda la familia y me duele mucho porque muchos de los descendientes de la familia que trabajaban en la dictadura están pagando las consecuencias todavía, 50 años después, de lo que hicieron sus padres. Otra enseñanza es que hay que luchar siempre por los valores, por la libertad. Siendo joven lo que más conciencia me dio fue los abusos que Trujillo cometía con muchas mujeres.
l ¿Por qué los obispos diocesanos, exceptuándolo a usted, son del Cibao?
l Eso tiene una explicación muy especial. El Cibao recibe una evangelización más grande que las otras partes del país. La Iglesia en República Dominicana ha sufrido mucho. Eso no se ve y se pierde en la historia porque sólo se ve el presente. Pero la Iglesia dominicana en el siglo XVI y XVII fue abandonada por España.
l ¿Abandonó a la Iglesia que era su brazo…?
l …No. Todo. Se abandona todo lo que era el país. Y también, todas las vicisitudes que hemos tenido como país las vive la Iglesia.
Ese es un dato interesante porque nos hace reflexionar cómo la Iglesia nunca está separada de las realidades donde vive. Con sus cosas buenas, con sus pecados uno hace parte de esa realidad.
Cuando llega la ocupación haitiana muchos “dominicanos” emigran y también muchos miembros de la Iglesia. Por ejemplo, todas las congregaciones religiosas se fueron del país y eso nos afectó enormemente.
Solamente a principios del siglo XX empiezan a volver muchas congregaciones. Por eso tenemos después de 50 años un gran renacer. Sobre todo después de la muerte de Trujillo. El Cibao tuvo la dicha de tener unos misioneros que la trabajaron continuamente, con mucho sacrificio.
l ¿Canadienses y españoles?
l Sobre todo los canadienses. Los padres misioneros del Sagrado Corazón tuvieron una gran influencia. Hicieron un trabajo profundo. Entonces, los que menos recibimos fuimos los del Este y también los del Sur, porque no hubo esa presencia.
Lo otro, lo que dicen los historiadores: la Iglesia dominicana es una Iglesia muy pobre. No solamente faltan los recursos humanos, sino los recursos económicos y esto lo vivimos nosotros en carne viva. La Iglesia ha vivido las vicisitudes del pueblo dominicano: un pueblo dominicano pobre, una Iglesia pobre…
l La percepción, desde el punto de vista laico, es que la Iglesia es un poder social y económico.
l Cuanto más se está alejado de la Iglesia, más se tiene esa percepción. Cuanto más se conoce a la Iglesia uno se da cuenta de la pobreza que ha tenido. Es una percepción falsa y también se manipula.
l La gente ve que tienen un concordato… ¿Qué pasaría si no existiera?
l Esa es otra percepción que nace, yo no la juzgo mala, de la ignorancia también. Porque los concordatos no se firman para beneficiar económicamente a la Iglesia. Este dato es interesante: yo siempre creí que después de las Naciones Unidas el Gobierno que tenía mayores relaciones con todos los países era Estados Unidos. Sin embargo, no es así, es el Vaticano. ¿Por qué?, porque ellos saben que la Iglesia es protectora de los derechos humanos, incluso en lugares donde nos persiguen. Todos los países del mundo quieren tener relaciones con la Iglesia. El poder de la Iglesia, es el poder moral.
l ¿Qué deben hacer los dominicanos el 20 de mayo, incluso el que decidió no votar?
l El que no vota: vota. Su voto va a ir por el que en el fondo tenga más votos. Aunque digan que no votan, votaron. Tienen que reflexionar en eso como una contradicción.
l Pero, ¿podría ser un gesto de libertad no votar porque los candidatos no lo representan?
l Sí. Ante él no lo representan, en conciencia, pero ellos van a seguir representando al país y el país fue que los votó. Solamente que haya otros tipos de leyes, pero mientras tengamos estas leyes, el que no vota, vota.
l ¿Entonces, pide votar?
l Pedimos que la gente vote en conciencia. Que vote en conciencia, que vote en libertad, que vote en paz y por eso, sobre todo nosotros, exhortamos muchas veces y llamamos la atención de que no vendan su voto por el clientelismo, que no digan “a mí me regalaron esto”…
l Pero le está diciendo a la gente que no vote, porque muchos lo hacen por clientelismo.
l Hacen clientelismo. Pero yo te digo a ti: no vote por el que te quiso comprar el voto de una u otra manera.
l …Aprovechar el clientelismo y no votar también sería deshonesto.
l También sería deshonesto. Bueno, suponte que una persona por el clientelismo aceptó vender su voto, yo le digo: arrepiéntete de lo que tú hiciste y vota a conciencia por quien tú quiera.