“Dirigir la DIDA ha sido mi maestría”

Cuando era pequeña, los niños no podían ingresar a la escuela mientras no cumplieran siete años, pero ella, aprovechando la cercanía entre su casa y una “escuelita”, desde los tres años comenzó a asistir regularmente a clases.

Cuando era pequeña, los niños no podían ingresar a la escuela mientras no cumplieran siete años, pero ella, aprovechando la cercanía entre su casa y una “escuelita”, desde los tres años comenzó a asistir regularmente a clases.

Por eso, a la edad de cuatro años, ya sabía leer correctamente, algo que celebraba la familia, pero que ponía en evidencia a la profesora, que no debía aceptar en el salón a una niña tan pequeña.

Recuerda que en esos tiempos, tampoco se podía leer el periódico El Caribe, que era un medio de comunicación muy combativo en esos años, pero que su papá, a pesar de ser el alcalde, leía cada día.

Por eso, nunca olvida que la primera vez que hizo galas de que podía leer de corrido, lo hizo frente a autoridades militares y de educación, poniendo en riesgo a su padre y a la joven maestra.

“Dos cosas malas hice, la primera, que se dieran cuenta de que mi papá leía El Caribe, que para entonces prácticamente estaba proscrito, y que ahí estaban los guardias y era ilegal ir a la escuela, y yo sabía leer. Entonces, como que el comandante no reparó en eso, porque lo único que dijo fue: “tú si lees bien. Esta niña va a llegar muy lejos”.

En ese momento me sentí muy orgullosa, pero no se me olvida la reprimenda que recibí después. Imagínate, yo delaté a la maestra y delaté que mi papá leía El Caribe. No se me olvida nunca, que mi primera lectura en público casi le cuesta la vida a mi papá y el trabajo a la maestra”.

1. De Puerto Plata
Nací en Puerto Plata, donde tengo mis raíces. Me desempeñé siempre en un ambiente, como decía Pedro Mir, de caña, azúcar, y de sol y sal, como diría Juan Lockward. Tuve una niñez que considero extremadamente feliz, con todo el campo, el río y la playa para nosotros. Creo que fui muy afortunada durante mis primeros años. Para ir a estudiar al Batey Central utilizaba como medio de transporte la “cigüeña”, que llevaba a los trabajadores al ingenio. Entraba a las siete de la mañana, pero a las cinco ya yo estaba en pie y a las seis ya estaba en camino. La jornada para estudiar era muy difícil. Era una travesía de siete kilómetros, dos veces al día. Tuve la ventaja de que para mi alfabetización, la escuela quedaba al lado de mi casa.

2. Estudiante ilegal
Entré de tres años a la escuela, que no era permitido, por lo que me convertí en una estudiante ilegal. En la era de Trujillo, los niños entraban a la escuela después de los siete años y yo entré a los tres. Recuerdo que me pasaba por debajo de los alambres para ir a la escuela. Nunca olvido cuando llegaba el inspector a la escuela. Desde que decían: “ahí viene el inspector”, a mí me sacaban volando para mi casa, para que no se dieran cuenta que yo estaba en el aula.

3. Una larga vida
Mi padre, Fillo Marmolejos, es un afortunado ser que tiene 104 años de vida y que todos los días del mundo lee el periódico en la mañana, en voz alta, no sé si lo asimila. Mi madre, Teodora Capellán, una mujer afortunada que tiene 82 años y que se dedica a cuidar a mi papá. Es un gran orgullo para nosotros. Antes de casarse con mi madre, mi padre era músico, tocaba acordeón, vivía una vida muy alegre, pero también trabajó mucho y muy duro. Él construyó el Ingenio Montellano como carpintero. Cuando se construyó el ingenio, él era de los que estaba en los techos poniendo los clavos. Mi papá nació en 1910. Mi madre era un ama de casa dedicada a sus seis hijos. Mi papá tuvo seis hijos antes de su matrimonio con mi mamá. Todos nos llevamos excelentemente bien. Somos seis hembras y seis varones. Cuatro varones y dos hembras, de padre y madre y cuatro hembras y dos varones de padre.

4. Los estudios
Por el hecho de ser una estudiante a destiempo, tuve un infortunio, porque no pude estudiar en la escuela pública, porque cuando salí alfabetizada de la escuela que quedaba junto a mi casa, y pretendí ingresar a la escuela pública, solo aceptaban de cuatro años en adelante, y yo estaba en tercero como con ocho años. Para poder ingresar en la escuela de Montellano, me tenían que poner en primero. Entonces, mi papá dijo que no iba a permitir que a su hija la bajaran de curso y como en el ingenio había una escuela que se llamaba “La Escuela de los blancos”, una escuela selectiva y privada, donde iban los hijos de los encargados departamentales. Entonces, mi papá se sacrificó y me inscribió ahí, donde se pagaba dos pesos. Como conseguimos media beca, de un peso, el ingenio pagaba uno y mi papá el otro. Luego de ahí, cuando terminé el octavo, no hice el bachillerato inmediatamente, porque me inscribí en la escuela de comercio a estudiar Taquigrafía, Contabilidad y Mecanografía. Al terminar esa profesión, conseguí un empleo efímero en el almacén de materiales del ingenio.

5. Empleo efímero
El trabajo que conseguí en el ingenio solo me duró cinco o seis días. Cuando me cancelaron, no era sindicalista, era una jovencita de solo 16 años y en ese momento se presentó un traslado de una persona que trabajaba en el almacén y yo les expliqué que ese traslado no procedía. Yo no sabía lo que implicaba lo que yo estaba haciendo, el caso es que al otro día, al llegar al trabajo, encontré a otra persona en mi puesto, que me dijo que ya yo no trabajaba ahí.

6. El bachillerato
Hice el bachillerato gracias a los consejos de dos amigos, uno que es un fotógrafo muy conocido, llamado Antonio García Valoy, y Ramón Sánchez, dirigente sindical de la CASC. Ellos me aconsejaron que yo no podía quedarme siendo solo una secretaria, contable, taquígrafa y mecanógrafa, que debía terminar el bachillerato y como estaban abiertas las inscripciones, me inscribí en el liceo nocturno Ana Isabel Jiménez, de Puerto Plata. Hice el bachillerato en tres años. Ahí terminé el bachillerato y llegó la hora de la universidad en el año 1972, ya la situación había variado mucho. El movimiento sindical había crecido, había muchos problemas políticos, aunque no militaba en ningún partido político. Yo fundé en Puerto Plata, junto a otros dirigentes desaparecidos, el Centro Estudiantil Flavio Suero. Fui la secretaria de la primera directiva que se hizo, todo eso espontáneamente, porque yo no era dirigente partidaria, pero era amiga de todos los que estaban en los partidos de izquierda y de derecha, porque la CASC tenía una libertad filosófica, allá nunca se planteó que uno tenía que integrarse a tal o cual partido. La CASC cogía a todo el mundo.

7. Foro internacional
En el año 1973, en mi condición de secretaria de Relaciones Internacionales, tuve el privilegio de hablar en un foro internacional, que fue el XII Congreso de la Federación Sindical Mundial, en Bulgaria, yo presidí ese congreso. Ahí comenzamos a hacer una serie de contactos y relaciones. Era sumamente joven, la gente no podía creer que yo podía ser yo, al punto que, Lázaro Peña, maestro del sindicalismo cubano, me preguntó: “Pero mi hija, ¿es que no hay adultos en la República Dominicana?” En realidad yo pasaba bien porque por mi juventud nadie podía pensar que una jovencita así, pudiera estar metida en una campaña de denuncia de maltrato y abuso que existía en el país. Terminé siendo, un año después, vicepresidenta a nivel mundial de esa federación.

8. Responsabilidad
Hay muchas épocas bonitas, que no me sustrajeron, ni de la universidad, ni del entorno sindical, ni familiar. Me casé, tuve mis tres hijos, tengo cinco nietos. Mi compañero, Joaquín Luciano, era un dirigente sindical, trabajaba en Antillana Comercial, era el secretario general del Sindicato de Antillana Comercial. Perdió el empleo por conocer los números de la compañía, porque era parte del equipo de contadores. A él no podían venirle con cuentos, y lo cancelaron. Eso le pasó varias veces, por eso decidió ser abogado, para dejar de ser empleado. Él era administrador de empresas de profesión y cuando nació nuestra segunda hija y lo sacaron de su segundo empleo, entonces decidió estudiar Derecho.

9. En el CP del PLD
Formé parte del Comité Político, cuando este solo estaba integrado por cinco personas y las únicas mujeres éramos Mildred Guzmán y yo. Después subió a siete personas. Esas reuniones eran una escuela, una maestría de cómo conocer la idiosincrasia del pueblo dominicano, de cómo actuar con ética y de ver la política como una misión para servir al pueblo. Eran tiempos diferentes, hoy estamos en una coyuntura diferente. Las huellas no se borran, yo puedo estar o no en el PLD, pero lo que yo aprendí es una filosofía de vida y así piensan miles de peledeístas que tuvieron esa formación, que donde quiera que estén van a actuar de la misma forma que Juan Bosch actuaba. Yo quiero actuar como él actuaba, yo quisiera seguir sus enseñanzas. Esa es mi filosofía de vida. Garantizo que de esa generación, el 90 por ciento tiene esa filosofía de vida, de ética y de dignidad.

10. En la DIDA
Aquí he aprendido gerencialmente, por lo menos el 80 por ciento de lo que es la conducción de una gerencia social, a pesar de que había hecho muchos cursos en varios países y ejercí la gerencia social por años. Por eso digo que haber estado en la Dirección Información y Defensa de los Afiliados (DIDA) ha sido mi maestría. Aquí se administran problemas de la gente, situaciones de desesperación, cuando la gente más necesita, cuando están viejos y no tienen pensión. Aquí damos servicios a las calamidades de los seres humanos. A la DIDA nadie llega contento, todas las personas que llegan aquí vienen con un dolor, con un disgusto. Entonces, esa experiencia de ver una persona que llegó así y que salga contenta de la DIDA, para mí ha sido más importante que cuando discutíamos un pacto colectivo que generaba un sustancial incremento en el salario y mejoras considerables en las condiciones de trabajo. Cuando lográbamos eso, nos sentíamos felices, pero cuando le resolvemos un problema a una gente que está indefensa, por su salud o por su pensión, es una satisfacción indescriptible para nosotros. Me siento muy orgullosa de mi labor aquí, y del equipo junto al cual trabajamos.

El Código Laboral y la salida del PLD

A cada generación le tocan sus expectativas. Cada generación sindical ha tenido sus luchas. Podemos citar entre las mayores conquistas de la lucha sindical, de generaciones anteriores, el Código de Trabajo, que benefició a la población trabajadora. La generación nuestra tuvo su momento de confrontación político-sindical, que generó un nuevo Código de Trabajo, que fue bueno en su momento y que es bueno aún. No quisiera que ese código se cambie. Nos costó mucho sacrificio lograr lo que tenemos hoy, mucho sacrificio al movimiento sindical, a los trabajadores y al pueblo dominicano. Yo, por ejemplo, era legisladora, miembro del PLD, y me costó la expulsión. Me botaron del PLD, eso me dolió muchísimo. Me dolió tanto como parir a mi hijo, pero tuve otras satisfacciones con el partido, otros amores y otros encuentros. Nunca hubo enemistad personal, fueron coyunturas del momento. Fui muy apreciada y distinguida por su líder, el profesor Juan Bosch. Nunca me sentí herida, humillada o maltratada. Fui diputada en dos períodos, del 86 al 90 y del 90 al 94. Después de eso, fui asesora de la Cámara de Diputados, durante la presidencia de Lila Alburquerque, fui la primera asesora que le pusieron oficina, secretaria, teléfono y computadora. Ese cargo me lo ofreció muy gentilmente Lila, cuando yo lo necesitaba. También estuve en el diálogo nacional, dirigí la Casa Nacional del Diálogo, en su existencia efímera de dos años y algo. Luego, participé en un concurso público que hizo el Consejo Nacional de la Seguridad Social. En ese concurso, en el que participaron ciento y pico de colegas, tuve la dicha de obtener la designación de manera unánime. Soy la única funcionaria electa de manera unánime en un puesto de la Seguridad Social. Eso fue en el año 2002 y desde ese tiempo estoy aquí.

En el PLD
Yo formaba parte del Comité Político del PLD, cuando ese comité era de siete personas y 25 integraban su Comité Central”.

Filosofía
Puedo estar o no en el PLD, pero lo que yo aprendí es una filosofía de vida y así piensan miles de peledeístas que tuvieron esa formación”.

Orgullo
Cuando se fundó la CGT, fui la secretaria de Relaciones Internacionales. Me siento muy satisfecha de haber ocupado esa posición”.

Lección
De mi padre, aprendí la perseverancia, la firmeza y la rectitud. Saber que las cosas no llegan porque uno quiera, sino que hay que buscarlas”.

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