Dentro de dos días, Ángel María Gatón arribará a sus 90 años; por eso, no cesa de agradecer a Dios, a los francomacorisanos y las personas de todo el país que a lo largo de su dilatada y fructífera carrera como profesional de la Medicina, pusieron en él la confianza para recuperar la salud.“Angito”, como lo llaman con cariño sus amigos cercanos y sus familiares, recuerda con detalles precisos los días de su infancia, su ingreso, a la edad de siete años, a la escuela para varones, sus años de estudios secundarios, el tiempo de estudios superiores y, por su puesto, entre todas las fechas, una destaca por excelencia: El día 13 de enero de 1956.
Ese día, Ángel María, cristalizó el sueño que inició desde sus primeros años de vida: Convertirse en médico.
Destacada, no solo por haber logrado alcanzar su meta, sino por la inmensa emoción que sintió su madre. “Aún recuerdo lo mucho que ella lloró ese día”, afirma.
Uno de los recuerdos más hermosos de ese día lo constituye el regalo que, luego de la investidura, le entregó su madre, una humilde mujer que meses antes, había comenzado a jugar un “san”, para comprarle su anillo de graduación.
Luego de convertirse en doctor en Medicina, Ángel Gatón realizó varios cursos y especialidades en el extranjero, pero toda su carrera, tanto como médico, como educador, la desarrolló en su tierra: San Francisco de Macorís.
Tan pronto nos recibió, nos condujo al salón donde atesora los reconocimientos que ha recibido de instituciones nacionales e internacionales por su destacado desempeño profesional.
En la actualidad, en el umbral de los 90 años, “Angito” conserva su alegría y amor por la vida, pero, sobre todas las cosas, se siente inmensamente agradecido por cada día que puede vivir junto a sus seres queridos, y por cada uno de los momentos, buenos y difíciles, que le han permitido obtener las mejores experiencias y dar lo mejor de sí sin esperar mayor recompensa que la satisfacción del deber cumplido.
1. 90 Años
Nací el cinco de diciembre del año 1925, es decir, que dentro de dos días estaré cumpliendo 90 años. Nací en la sección El Cercado, San Francisco de Macorís. Soy hijo de Ángel María Gatón Luna y María Asunción Calderón Almánzar. Mi padre era sastre y fue alcalde en El Cercado. Mi madre fue ama de casa y madre de cuatro hijos, de los cuales, yo era el único varón y era el más pequeño.
2. Un niño muy querido
Fui muy querido y consentido por mis hermanas y por mis padres. De niño disfrutaba mucho jugar pelota, y aunque yo era de una familia pobre, los hijos de las familias más pudientes siempre me buscaban, para que yo los ayudara a hacer sus tareas y a explicarles las clases. Desde niño fui ratón de biblioteca. Fui muy inquieto.
3. El camino de la educación
A los siete años, me inscribí en la escuela primaria para varones, ubicada en la calle San Francisco, cuyo director era el profesor Jaime Molina Mota. En el año 1943 inicié el bachillerato en el Liceo Secundario, dirigido por el profesor Eugenio Cabral. Mi papá tenía un amigo que tenía una tienda y gracias a ese señor hice un curso de Inspector de Sanidad y de ahí fui a Azua como inspector de Sanidad. Eso fue en el 1946, al mismo tiempo que cursaba el cuarto del bachillerato. Al año, fui trasladado para San Francisco para desempeñarme como inspector de Sanidad, a la vez que terminaba el bachillerato como estudiante libre. Mi mamá influyó poderosamente en que yo fuera médico, ella quería lo mejor para mí. Estudiaba el bachillerato en ese entonces. De ahí continué. Tuve muy buenos profesores desde la escuela primaria.
4. Revolucionario
Yo era revolucionario. Me metí a revolucionario y ahí me tildaron de comunista. Recuerdo que durante la Revolución de Abril del 65, en momentos difíciles, un grupo de revolucionarios debió salir de Santo Domingo y trasladarse a San Francisco de Macorís. Entonces, yo albergué a esos revolucionarios en mi clínica haciéndolos pasar por enfermos. Al ser descubiertos, la clínica fue allanada y fui llevado al asilo, donde fui protegido por las monjas. Sor María, quien era la superiora del San Vicente de Paúl, me buscó, porque había una gran cantidad de heridos, entre estos estaba un revolucionario a quien le habían insertado una aguja con el fin de matarlo. Le salvé la vida, y al hacerlo, puse la mía en peligro. Me apresaron y me pusieron en libertad de inmediato, con el fin de matarme en la calle. Entonces, procedí a emigrar a Estados Unidos. Siempre encontré una mano amiga que me ayudara.
5. Médico
En el año 1955 me gradué de médico. Mi mamá disfrutó mi graduación más que yo. Recuerdo lo mucho que lloró mi madre ese día. Éramos cuatro, y yo era el único varón, y era el más chiquito. Recibí un inmenso amor de mis padres y mis hermanas. Ella jugó un san para comprarme el anillo de graduación de la Universidad de Santo Domingo y regresé a mi pueblo para dar inicio a mi carrera en el Hospital San Vicente de Paúl.
6. Formación
Realicé cursos de actualización en el campo quirúrgico en el Centro Médico Universitario de Río Piedra, Puerto Rico, Cuverland, Lincoln y Maimonides de Estados Unidos, donde fui invitado en varias ocasiones y reconocido por haber demostrado un profundo conocimiento clínico y una fina curiosidad intelectual. En 1983 fui nombrado director del Hospital San Vicente de Paúl, y al mismo era docente de la extensión de la UASD, CURNE de San Francisco de Macorís, donde fui director, y luego continué con mi labor docente.
7. Trayectoria
En 1956 fui nombrado médico sanitario en El Seibo; en 1957, fui nombrado director del hospital de Jimaní, allí permanecí tres años, hasta 1960. En ese año fui director del hospital de El Seibo. Siete meses después, fui trasladado al hospital de San Juan de la Maguana, como subdirector, y meses después fui designado director del hospital de Elías Piña. Poco después, en 1983, fui designado director del Hospital San Vicente de Paúl y más adelante fui nombrado jefe del Servicio de Cirugía de este centro, aún ocupo esa posición. No me he pensionado. Yo me entregaba a mis pacientes y cuando uno de ellos moría sentía que yo también moría. Llegaba a mi casa y me acostaba sin hablar, y después llegaban los familiares a hablar conmigo.
8. Residentes
En el año 1981, la UASD envió al hospital San Vicente de Paúl a 10 estudiantes de Medicina, para que yo los entrenara. Antes de eso, solo enviaban los residentes al hospital Cabral y Báez y a hospitales de Santo Domingo. Recuerdo que con ese grupo de 10 estudiantes, cuando teníamos un caso muy serio o difícil, amanecíamos en el hospital y me los llevaba para la casa, allá comíamos. Hoy, son grandes profesionales y donde quiera que me ven me saludan con mucho cariño.
9. El retiro
En dos oportunidades me retiré. Tuve dos eventos cerebrovasculares, pero al cabo de un año me reintegré a mis labores, pero solo duré por espacio de dos años y me retiré por completo. Eso fue como en el año 1992. Fue muy difícil para mí. A mí me realizaron una cirugía laparoscópica de la vesícula. El doctor Sánchez Español vino a realizarme esa cirugía y durante la operación se me detectó una cirrosis, fruto de un contagio en el hospital, de Hepatitis C. Cuando terminó la operación, me dieron cinco años de vida y de eso hace ya 25 años. Durante los primeros años fuera del ejercicio, me deprimí mucho, porque siempre fui muy activo. En ese momento el apoyo de mi familia y de mis amigos fue vital. Mi mejor amigo, Óscar González, cariñosamente “Coqui” era mi anestesiólogo de confianza, tanto en el hospital como en mi clínica, él venía todos los días y se aseguraba de yo comiera. Óscar ya falleció.
10. Vida familiar
Contraje mi primer matrimonio con Teresa Hernández, con quien tuve mis primeros cinco hijos: Sócrates (fallecido), Fernando, María de Jesús, Asunción y Patricia. Luego me divorcié, y años más tarde, en 1978, me casé con Nancy Tejada, mi actual esposa. Con ella tuve una hija, María Ángeles, quien es médico cirujano, para seguir los pasos de su padre. Soy una persona más que afortunada, pues he encontrado en mi familia comprensión para apoyarme en mi constante deseo de superación. l
Agradecido de Dios, la gente y su familia
Me siento honrado y más que satisfecho por los diferentes reconocimientos que he recibido a lo largo de mi vida, como son: Hijo meritorio de San Francisco de Macorís, reconocimiento del Colegio Médico de Cirujanos, reconocimiento del Colegio Médico Dominicano, de la UASD, del Centro Médico Dr. Ovalle, del Hospital San Vicente de Paúl, bautizando la sala de conferencias con mi nombre, al igual que el Centro Médico Siglo XXI, cuya sala de cirugía lleva mi nombre y el reconocimiento de la Universidad Católica Nordestana como profesor honorífico.
El reconocimiento del Hospital Maimonedis. Pero lo que más me llena de orgullo y satisfacción son las vidas que salvé a lo largo de mi carrera. Lo que más me satisface es haber servido en el sector público y haber ayudado a los pobres.
Compañera
Mi esposa para mí ha sido mi compañera en el sentido extenso de la palabra. Nuestro primer encuentro fue en su casa paterna, la seguí hasta enamorarla y convencerla de que se casara conmigo.
San Francisco
San Francisco de Macorís ha logrado lo que sus ciudadanos han podido conseguir con esfuerzo propio. Aún nos falta mucho por hacer por nuestra ciudad. Sin embargo, se ha desarrollado en muchos aspectos.
Superación
La pobreza extrema de mis padres era una gran limitante para mi superación. Sin embargo, con la ayuda de Dios y amigos pude seguir adelante”.
Admiración
La persona que más admiro es mi madre, porque a pesar de haber sido una persona enferma se entregó y le dio lo mejor a sus hijos”.
Responsabilidad
Mientras estuve al frente de mi clínica considero haber brindado un servicio humano y de calidad, de donde nadie salía sin ser atendido”.
Enseñanza
La vida me ha enseñado que con salud, perseverancia y honradez se alcanzan las metas y se realizan los sueños”.