“Cuando hayan cumplido todo lo que se les manda, digan: No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Lc. 17, 10.
Trabajar para dios impone responsabilidades públicas y privadas, incluso íntimas. Pero el trabajo para Dios en su dimensión pública puede dar reconocimientos, que pueden ir, desde el hogar hasta las comunidades o la sociedad en general. ¡Ay de aquellos que piensan que la gloria viene por su propia capacidad!
Nada más lejos de la realidad; la gloria es para Dios, quien llega a través de sus servidores.
De ahí que, como reclama Jesús a sus apóstoles, los que trabajan para Dios deben sentirse siervos, recordando además, que el servicio público es infecundo para quien lo presta, si no vive o busca vivir su prédica.