“Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios”. Ec. 5.1.
Es muy fácil hablar, proclamar, decir, ofrecer, prometer, adular; pararnos en medio de la iglesia a “hacer de conocimiento público” nuestra fe recién estrenada.
Todo eso es insensatez y tengo que confesarles que cuando así obramos, quedamos muy mal parados frente a Dios. Empecemos por este axioma: Dios pesa los corazones. Él sabe perfectamente cuándo actuamos como exhibicionistas y cuándo con amor verdadero.
Eclesiastés es un libro algo complicado a veces, pero al mismo tiempo es muy claro, como cuando nos dice: “Dios está en el cielo y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras”.