“Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, bendito tu nombre santo y glorioso”. Daniel 3: 52.
Cuando las cosas te salieron bien, cuando lograste llegar a tiempo a la cita, cuando se te quitó ese fuerte dolor decabeza, cuando encontraste ese juguete que tanto anhelaba tu hijo, cuando te dieron el empleo que soñabas, cuando pudiste procrear después de años de intento, cuando tu hija superó la fiebre y está en pie nuevamente, cuando conseguiste el préstamo para comprar tu casa… Puede que en cada uno de nuestros episodios de bienestar esté ‘la mano del hombre’, tu talento o el esfuerzo de alguien más. Ahora bien, de lo que debes estar seguro es de que también estuvo la mano de Dios; la gracia y la misericordia de tu Señor, el que nunca falla.