El Gato Barbieri acumula éxitos y reconocimientos que, durante una larga trayectoria en la que ha transcurridos 63 años de pleno trabajo en la música, que le acreditan como uno de los saxofonistas del jazz más talentosos y respetados de América Latina.El saxofonista argentino, aún así, continúa buscando cosas nuevas, experimentando para encontrar esos sonidos característicos que le dieron la envidiable estatura que tiene en la música. Barbieri, que ofreció un concierto el pasado sábado en La Fiesta del hotel Jaragua, ofreció el viernes una charla a los estudiantes del Conservatorio Nacional de Música y allí, fuera de su ambiente natural, conversó de sus experiencias, su visión particular del saxofón, y dejó al desnudo parte de su intimidad que usualmente mantiene fuera del foco de la prensa.Es una persona muy tímida, de poco hablar y considera que la música es un arte misterioso, por esa gran diversidad rítmica que hay en el mundo. Estuvimos en este interesante encuentro académico, entre el maestro y los alumnos, y aquí transcribimos buena parte de su conversación.
¿Qué aconseja a un joven estudiante de saxofón para que tenga éxito?
Estudié clarinete alto y después toqué el tenor, uno tiene que saber tocar eso, y tener la sensación de querer hacer algo y eso se hace aprendiendo a escuchar a los maestros y sobre todo debe gustarte lo que haces. Aprendí a buscar boquilla porque para mí lo más importante para el saxofonista es la boquilla. Me hice una boquilla yo solo, porque la boquilla era muy baja le puse una arcilla que la utilicé hasta que llegué a Italia a los 32 años. También aprendí a arreglar mi saxofón porque una pequeña salida de aire arriba te destroza todo. Tocando te das cuenta si está saliendo mucho o poco. Pero con la trompeta es otra cosa al igual que con el piano, o con el contrabajo, cada instrumento tiene su forma, es un trabajo bastante grande. El bajo te da la base de lo que estamos haciendo, para mí el bajo si no está bajo no vale.
¿Qué debe tener en cuenta un estudiante del saxofón?
En los saxofonistas es muy importante tener en cuenta que debe tener el cerebro adaptado a escuchar música. Que el saxofón esté bien, pero es muy importante sobre todo la boquilla, porque hay boquillas que no suenan. Adentro del saxofón, la cámara puede ser grande o pequeña si es pequeño el sonido es más brillante, siempre hay que analizar el estado del saxofón. Hay que tener corazón y mente, sobre todo escuchar a muchos saxofonistas como lo hice, escuche un montón de saxofonistas, pero yo busqué mi estilo y mi forma. Marqué distancia del estilo de los demás.
Precisamente, ¿a qué se debe que su sonido sea muy característico?
Siempre estoy mezclando cosas. Aprendí a no aburrir a mi público, hago solos, pero involucro a mis músicos como un equipo de fútbol o básquetbol en el que todos participan de una manera u otra.
¿Cuál fue su experiencia al tocar con la agrupación Fania All Star la fusión de Latín Jazz?
Fue una experiencia inolvidable. Era un arreglo que traía el director. Siempre quise cambiar e hice “I Want You”, nadie lo había hecho, esa interpretación me llenó de alegría.
¿Cuántas horas dedicaba a las prácticas en el estudio del saxofón?
Fui muy pobre, hubo veces que solo podía comerme un huevo y eso nunca me limitó. Estudiaba 20 minutos todos los días el alto y el clarinete, pero sobre todo fui muy firme. Un músico debe serlo, cuando un músico no toca bien es porque no tiene ganas de hacerlo. Tuve un músico que tocó por mucho tiempo conmigo, pero siempre tenía un problema para tocar, que no está esto, que no está aquello… en realidad el problema lo tenía él. En muchas ocasiones toqué sin micrófonos y no me limitaba. Con esto quiero decir que hay que tener pasión para todo: para cocinar, para hacer trajes, el que quiere aprender puede lograrlo si se dispone. Debes tener perseverancia e intuición, las cosas que hago las hago y no me acuerdo más. Cuando estoy en los conciertos voy armando todo como un rompecabezas y para mí es algo divino, trato de no hacer las mismas cosas o si se repite, entonces busco cómo hacerla diferente. Todo es una sensación hay que tener el punto que deseas, para no ser un mediocre.
¿Qué tiempo le tomó hacer la música para el apasionante filme de Bernardo Bertolucci, “El último tango en París”?
Un mes, porque tenía que entender lo que se quería. Fue muy lindo, una orquestación muy trabajada, quien hizo un buen trabajo fue Oliver, él se encargó de los arreglos yo hice lo demás.
Qué consejo le ofrece a los jóvenes que inician los estudios en la música tomando en cuenta su trayectoria musical?
Es importante que tengan amigos músicos, debe iniciar por algo, por ejemplo, yo tenía un tío que era músico y siempre lo escuchaba. Él nos creó la adición de escucharlo a él porque en ese entonces no había ni disco. A los 12 años tocaba el alto, a los 13 tocaba el clarinete y a la edad de 17 ya lo hacía a nivel profesional en una orquesta y con mucha facilidad. Eso porque tenía muchas ganas, y hay que tenerla porque si no las tenemos no vamos a ningún lado, al igual si no tenemos corazón no tendremos intelecto para adjudicar muchas cosas en la música.
¿Cuándo inicia su trabajo fuerte en la música?
En Italia inició mi guerra porque ser músico es como si fueras un actor u otra cosa, todo es una guerra. Iniciar es difícil pero mantenerse es más difícil. En la música es así y en la vida uno debe aprender a sobrellevar esas cosas, porque hay gente que te aplaude y te dice lo magnífico que interpretaste una canción, o en un concierto; pero hay otros que te critican y eso hay que aprender a sobrellevarlo. Jugué fútbol hasta los 17 años pero siempre tuve en primer lugar la música. Cuando era muy joven tocaba y me bajaron el sueldo y tenía que tocar con muchas orquestas para poder subsistir.
¿En algún momento de su carrera tuvo miedo escénico?, ¿Cómo puede superarlo un músico con ese problema?
Tuve pánico en el año 70, pero estábamos sin dinero en Buenos Aires y se presentó en aquel momento la oportunidad de dar dos conciertos y tuve que enfrentar ese miedo. Así desapareció, lentamente. Uno inicia a jugar con ello y se controla con el tiempo.
Usted es un músico muy versátil y polifacético…
No me limito a tocar jazz, toco de todo: música cubana, guaracha, boleros y música argentina, eso inspira a combinar. Fui más o menos el primero en combinar el jazz con otros géneros, por eso muchos jazzistas no me consideran músico de jazz, porque voy moviéndome siempre es lo más lindo.
Hecho a sí mismo
Fui muy pobre, a veces en la casa solo había para comerme un huevo. Nada de eso me limitó, seguí estudiando todos los días y aquí estamos”.