“Amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Mr. 12: 33.
El mensaje que Jesús nos dio con sus parábolas, con sus milagros, con su vida, se resume en una palabra: Amor.
Esa es la esencia del cristianismo, el amar a nuestros amigos y aun a nuestros enemigos; el proyectarnos en cada ser humano excluido, necesitado, indefenso, vulnerable, para acudir en su auxilio, para extenderle la mano, para ayudarlo, para asistirlo, para obrar con un corazón bueno, humillado y cargado de amor.
En el cristianismo no puede haber espacio para la exclusión ni para la discriminación. El amor es universal.
Hagamos el propósito de imitar a Dios en esto: Él nos ama tal como somos.