Muy joven, Gabriel Antonio del Río Doñé decidió que sería seminarista. Tan pronto cumplió 18 años, comenzó su vida en el Seminario Santo Tomás de Aquino, de donde cuatro años y tres meses más tarde debió salir, en desacuerdo con las medidas asumidas por el Presidente Trujillo. Este no era el primer golpe que le asestaba la Era de Trujillo, el primero lo recibió siendo un bebé de seis meses, cuando su padre fue obligado a salir del país por ser opositor al gobierno. Tras el matrimonio de su madre con el joven doctor Luis Serrano y el posterior nacimiento de su hermano Luis, pudo al fin disfrutar de una verdadera vida en familia, pero la alegría no duró mucho, pues una vez más las ideas revolucionarias de su padrastro desataron la ira de la dictadura, y otra vez se derrumbaba el sueño de la familia feliz.
La salida del seminario lo llevó por otro camino. No pudo ser un sacerdote obrero, como era su sueño en la juventud, pero la devoción y los años de lucha que ha dedicado para mejorar las condiciones de vida de la clase obrera le llenan de satisfacción y representan, para él, uno de sus máximos orgullos.
1. Nació en diciembre
Nací en Villa Altagracia, el día cuatro de diciembre de 1936. Vine a la capital a la edad de cinco años. Vivíamos en un patio en la calle Barahona, de ahí pasamos a la calle Pérez García; ahí vivimos por 24 años en una casa muy pequeña. Estudié, aprendí y realicé varios oficios, como hacen los hijos de familia pobre. Limpiaba zapatos, trabajé en la construcción, trabajaba zapatería, después en una fábrica de velas, las fabricaba y las vendía. En los años de juventud pertenecí al movimiento Boy Scout, después participé en la Acción Católica, de la juventud de la iglesia católica, practicaba deportes, boxeo y béisbol.
2. Madre preocupada
Mi madre siempre estaba muy preocupada porque yo me superara, por eso cuando yo terminé la escuela primaria y me puse a trabajar zapatería, ella me decía: “y cómo es que tú piensas ser zapatero remendón. Eso no puede ser”. Pero a mí me pagaban 50 centavos semanales, que era un dineral. Entonces, por la insistencia de mi mamá dejé mis estudios de zapatería, aunque seguía estudiando en la escuela por la mañana, y por las tardes iba a la zapatería. En la escuela Haití fui un estudiante promedio, nunca extraordinario, porque me dedicaba mucho a la pintura. Recuerdo que repetí el quinto curso, porque en ese año despertó mi vocación por la pintura y mientras la profesora daba clases, yo me la pasaba dibujando en el cuaderno sin poner atención a la maestra. Comencé a estudiar en la escuela Chile y de ahí pasé a la escuela Haití, hasta que pasé a la escuela normal e hice mi bachillerato.
3. Perder dos padres
Mi madre, Estervina Doñé, era dominicana, de Villa Altagracia, y mi padre, Luis Senén del Río Pérez, puertorriqueño. Soy hijo de un inmigrante. De padre somos cinco hijos, es decir, que tengo cuatro hermanos puertorriqueños, y de madre, tengo un hermano. Fui un niño tranquilo. En aquella época mi madre fue una mujer de campo, dura, con carácter fuerte. Mi padre tuvo que volver a Puerto Rico cuando yo tenía seis meses, no lo conocí hasta después que murió Trujillo, porque yo no tenía pasaporte. Mi mamá, luego, se volvió a casar . En la Era de Trujillo habían unos consultorios médicos que eran atendidos por una persona, mi madre se casó con un joven que atendía uno de esos consultorios, llamado Luis Serrano, que más tarde se graduó de médico. Él siempre estaba estudiando en la casa junto con Chan Aquino. Después que se graduó, tuvo problemas con el régimen de Trujillo, estuvo tres meses en la cárcel de La Cuarenta y esto lo afectó al punto de que perdió la razón y nunca más la volvió a recuperar. Mi madre tuvo un hijo con él, que es mi hermano Luis Serrano Doñé. La Era de Trujillo me quitó dos padres, mi padre y también a mi padrastro. A mí no me permitieron salir nunca del país en la Era de Trujillo.
4. Su madre, mujer fuerte
Mi hermano y yo tuvimos un régimen de padre y madre en la figura de mi mamá, porque Luis Serrano, no se metía mucho con nosotros. Era más liberal. Mi madre era muy dura. Éramos pobres, yo toda la vida quise tener un par de patines, nunca pude tenerlos, porque mi mamá no pudo comprármelos, mis vecinitos me prestaban los patines de ellos. Otro sueño era tener una bicicleta y no pude tenerla sino hasta que entré en el bachillerato, porque mi madre hizo un esfuerzo y me compró una de medio uso, que le costó 30 pesos. Mi madre era costurera y no podíamos pagar un peso de luz, que era lo que se pagaba, y por eso ella se sentaba a coser frente a un poste de luz que quedaba frente a nuestra a casa. Ella trabajaba en una fábrica desde las siete de la mañana hasta las siete de noche, pero hacía trabajos particulares. Cuando llegaba de su trabajo, venía muy cansada, se recostaba un rato y después se levantaba a hacer sus trabajos particulares. Recuerdo que para la Navidad ella trabajaba hasta la una de la mañana, y cuando ya no podía más, me sentaba en sus piernas para que yo pedaleara la máquina, y recuerdo que una aguja de la máquina me atravesó un dedo. Ella era una mujer muy emprendedora. Se compró un solar, por el que pagaba cinco pesos mensuales. En su trabajo solo ganaba tres pesos, pero cosiendo particular, hasta los fines de semana, y ahorrando compró ese pequeño solar que aún hoy tenemos. Cuando mi abuelo traía los víveres de los conucos de Villa Altagracia, ella los ponía en venta y yo era que atendía la venta. Te puedo decir que a pesar de ser pobres, nunca pasamos hambre, porque mi mamá siempre se preocupó por alimentarnos y cuidarnos bien.
5. Amante del arte
Cuando terminé el bachillerato en la escuela normal, quería ser arquitecto. Estuve en Bellas Artes estudiando dibujo y danza clásica, que era una de mis vocaciones, pero tuve que dejar de bailar porque un compañero se confundió conmigo y no me dejaba tranquilo y tuve que abandonar la escuela. La pintura la dejé por falta de orientación. Finalmente, decidí entregarme a Dios, por eso me fui al Seminario Santo Tomás de Aquino, a estudiar para ser sacerdote. En este seminario estuve por espacio de cuatro años y tres meses, fui compañero de grandes sacerdotes como el Cardenal López Rodríguez, Monseñor de la Rosa y Carpio y varios de los obispos del país.
6. Seminarista
Me incliné a ser sacerdote para trabajar en favor de los obreros, no lo pude ser porque en el seminario se dieron unos cambios importantes. Esa vez, un hermano de Antonio Lockward Artiles, ofreció unas declaraciones sobre la colocación de una bomba casera, en la Era de Trujillo, al dar estas declaraciones dijo que su hermano era que le había facilitado la bomba. Nosotros no preparamos la bomba, pero hacíamos los planos. A partir de ahí tuvimos muchos problemas, a Antonio lo cogieron preso y él dijo que entre los miembros de su equipo estaba yo. Eso está en un libro sobre los enemigos de Trujillo. Todos tuvimos muchos problemas y dificultades. Trujillo presionó a las autoridades religiosas y el seminario impuso una serie de restricciones y ya no podíamos salir los domingos, ni leer los periódicos. Todo esto me desanimó.
7. Papá a distancia
A pesar de que mi papá tuvo que irse a Puerto Rico, nunca perdí el contacto con él. Siempre me escribía. Nos mandábamos fotos. Hasta que en febrero del año 1962, fui a conocerlo a Puerto Rico. Ya él me había hecho la residencia norteamericana, porque él quería que yo tuviera la ciudadanía, que me correspondía por ser hijo de puertorriqueño. Sin embargo, en ese entonces había que renunciar a una de las dos, a la dominicana o a la norteamericana, no era como ahora que se pueden tener las dos. Entonces yo preferí ser dominicano.
8. Esposo, padre y abuelo
Tengo 52 años de casado con mi esposa Luz María Amiama. Tenemos cinco hijos, ocho nietos y una biznieta. Cuando salí del seminario, me metí en amores con mi esposa. Era una muchacha que conocía desde que yo tenía 12 años. Su familia vivía al lado de mi casa y cuando murió su papá, yo la conocí. Tratando a sus primos, la conocí más. Era una muchacha muy buena y hermosa. Ella se mudó frente a mi casa, pero aun así mi decisión era irme al seminario y así lo hice. Antes de irme estaba enamorado de ella, pero era un amor platónico, porque ella me llevaba más de siete años. No olvidé mi deseo de convertirme en sacerdote, pero luego, cuando se dieron las situaciones adversas y decidí salir, fui donde Luz María y le manifesté mis sentimientos. Ella me dijo que lo iba a pensar y luego de pensarlo bien, me aceptó.
9. La vida de casado
Cuando nos casamos, lo único que teníamos era una cama que ella había traído de Nueva York, junto con su vestido de novia. Nos casamos y vivíamos en la casa de su mamá, en la calle Pimentel número 74. Ahí vivimos un tiempo, era una casa pequeña, de tres habitaciones pequeñas. Nosotros teníamos una, la madre de ella una, y un hermano tenía la otra. En la habitación nuestra apenas había espacio para la cama, no había espacio para nada. De ahí nos mudamos a la Pimentel número cuatro, ya yo estaba en el Infas, en 1966. En ese proceso, tuvimos los hijos un poco rápido y vivíamos en una casa que era de mi abuela y que prácticamente ella me la regaló, porque ella había dado cuatro mil pesos por esa casa y yo solo le di dos mil, y lo otro me lo dio como herencia.
10. Hasta que Dios quiera
Continuaré en la lucha hasta que Dios y los trabajadores quieran. Nunca he engañado a ningún trabajador. Y por eso, desde el año 1983 me han reelegido como Secretario General de la CASC, de forma democrática. Le doy gracias a Dios y a los trabajadores que han confiado en mí. Me siento ser un hombre honesto y responsable. No guardo rencor, ni tengo problemas con nadie. En estos últimos años estoy más entregado a Dios, tengo una gran aspiración de ser santo.
Hijo de una familia amorosa y solidaria
Puedo decir que además de mi madre y mi hermano, mis tíos y tías me quisieron y me quieren muchísimo. Mis tías siempre se preocuparon mucho por mí. Recuerdo que para poder reunir los dos mil pesos que me costó la casa que me vendió mi abuela, tuve que buscar un ingreso extra para poder pagar el préstamo que me habían hecho en INFAS. Gracias al dueño de la Panadería Nota, Aurelio García, que me dio un trabajito para completar. Allá trabajaba de cuatro a siete de la mañana contando pan. En ese tiempo, mi hermano Luis me ayudaba con la leche de mis hijos, y también una tía me dio 10 gallinas ponedoras que tenía en su casa y que me daban de cuatro a seis huevos diarios. Era una época de una gran crisis económica, que pude superar gracias al amor y solidaridad de mi familia. La muerte de mi madre fue para mí un golpe muy duro. Yo iba de Alemania hacia París, iba a conocer las experiencias de los sindicatos belgas. De ahí pasé a Suiza, y al llegar a París, en la confederación de sindicatos nuestros allá, me entregaron un cable, que decía: “Manito ven. Mamá, grave”. Entonces en la tarde abordé un avión hacia Nueva York. Al llegar, encontré a mi madre sin conocimiento. Murió y la trajimos para acá. Ese fue el golpe más duro que he recibido.
Santidad
La vida del seminario para mí fue una experiencia extraordinaria. Mi vida en el seminario fue una vida de santidad y de estudio. Fue una vida de perfección y de oración”.
Espíritu agrícola
En mi casa, cuando era niño, teníamos un huerto grande en el patio de la casa. Yo sembraba y vendía lechuga. Eso mismo hice cuando me fui a vivir a Curazao”.
Estudioso
Estuve cerca de un año y nueve meses en Alemania, estudiando alemán, sindicalismo y asuntos sociales, becado por la Fundación Konrad Adenauer”.