Esa es la clásica expresión de los pichones de tiranos cuando han decidido enquistarse para siempre en el poder político, y es la frase lapidaria con la que Rafael Correa quiere mantenerse para siempre gobernando a Ecuador. Lo mismo ocurre en Bolivia, en Argentina; y ya sucedió en Cuba, que es el modelo a seguir por quienes quieren tergiversar todo y dicen cosas como “…la alternancia es un discurso burgués que nadie se cree. Es un mito. Tonterías de la oligarquía”; pero sólo cuando ellos están en el poder.
Aquí, en República Dominicana, otro pichón de dictador ha amenazado con que el PLD sería gobierno por otros 30 años, con él en la sombra o directamente al mando. Me imagino que dicha premonición ha sido basado en que se ha hecho del control del Estado una victoria completa. Control absoluto de las instancias democráticas: partidos, justicia electoral, registros electorales, medios de comunicación y el presupuesto nacional.
El control de los partidos políticos de la oposición, vía la nómina estatal y el presupuesto nacional, se le encomendó a “líderes” que controlan la burocracia partidaria. Líderes de escritorios y actas de comités políticos. Ha sido la invasión de una oposición a la deriva, mediante el dinero público. El control de la justicia electoral fue negociada con políticos de tercera que de repente han sido envestidos con títulos de honorables jueces de la voluntad de su grupito de asalto.
El registro electoral dirigido por un cuadro de larga data del partido gobernante. Solo se registra, certifica y se da fe de lo que diga el líder.
Los medios de comunicación comprados en subastas estatales, incluidos sus “opinadores”, que como hato de reses son llevados a embajadas y consulados, cuando son de los que no se contentan con menos de eso.
¿Qué hemos tenido en los últimos años? La promesa de hacer lo que nunca se ha hecho y la de corregir lo que estaba mal. ¿Qué hemos recibido? Un cambio para que nada cambie.
La permanencia larga en el poder político a cualquier precio corrompe hasta los tuétanos. Hace ver el mundo con un sesgo cognitivo que hace pensar que todo es posible y que “Mi vida ya no es mía; es de mi pueblo”. El sentirse un predestinado, y creérselo, ha sido la desgracia de los pueblos americanos.
El grupo de “presidentes originarios” como Evo Morales, Rafael Correa, Fidel Castro es la única respuesta que los izquierdista han sabido dar a las esperanzas latinoamericanas. Dictadores con discursos de barricadas para consumo de izquierdas trasnochados que se engañan a sí mismos en su búsqueda de una razón para ser lo que no son.