Dios nos acompaña y vela por nosotros. Cuando reconocemos la presencia divina, cuando aceptamos que nada somos sin Dios, cuando entregamos nuestras cargas al Señor, encontramos el mensaje: “No temas, yo estoy contigo”. David nos lo enseña en el Salmo 34: “El ángel del Señor hace sus rondas junto a los que le temen y los guarda” (verso 8). El Señor envía sus ángeles alrededor del que lo ama y lo sigue; no desoye nuestras súplicas: Pero va más allá: Él nos defiende de las garras del enemigo.
En los momentos de miedo, de temor, de angustia, de persecución, de amenazas, tengamos esto bien presente, grabado en nuestra mente y nuestro corazón: “(el Señor) tiene puestos sus ojos en los justos y sus oídos pendientes de sus clamores” (Sal. 34: 16).