Jesús Feris Iglesias, nació médico. Basta escucharlo hablar de su profesión para afirmarlo categóricamente. Desde muy joven su sueño más acariciado era poder matricularse en la Universidad Autónoma de Santo Domingo a estudiar Medicina.Graduado de bachiller, el camino era uno y la meta : el título de médico, para posteriormente convertirse en pediatra.
Sus memorias incluyen aquellos momentos felices de la niñez, y también, uno que otro susto. En su rostro se dibuja una sonrisa al recordar las travesuras propias de la infancia, pero también se refleja la tristeza al recordar la mañana de aquel enero, en que la armonía del hogar se quebró con la llegada de los miembros del Servicio de Inteligencia Militar, mejor conocido como el SIM, de la era de Trujillo, para llevarse a su hermano, que era militante del recién develado movimiento 14 de Junio , que luchaba contra la dictadura trujillista. Pasado este episodio, su vida y la de su familia fue más feliz, aunque, como humano, nunca han faltado los buenos y malos momentos.
1. Miedo a una vacuna
Recuerdo que en la escuela estaban desarrollando una campaña de vacunación contra la viruela y nadie quería ponérsela, todos los niños, e incluso los padres, estaban aterrados, pensaban que se iban a morir. Nunca olvidaré que los profesores nos sacaron por un callejón para que no nos vacunaran. En la tarde, el personal de salud visitó a los padres casa por casa, los orientaron sobre lo importante que era esa vacuna y así accedieron a vacunarnos. Fíjate, desde esa época comencé a darme cuenta de lo importante que eran y son las campañas de prevención de enfermedades, porque gracias a la campaña de vacunación esa es una enfermedad que fue totalmente erradicada de la humanidad.
2. La garra de la dictadura
Jamás olvidaré esa mañana de enero que se llevaron a mi hermano preso. Recuerdo que para ese entonces se había develado el movimiento clandestino 14 de Junio, fue un momento muy triste para mí. La tristeza y el miedo a no volverlo a ver nunca más, se apoderaron de nosotros. Duramos dos meses sin verlo. Afortunadamente y a pesar de las torturas él sobrevivió y la dictadura cayó poco tiempo después.
3. Niños revolucionarios
Un grupo de amigos de entre 13 y 14 años, recolectamos dinero para ofrecer una misa en honor a las hermanas Mirabal, pero para nuestra sorpresa, el cura denunció el hecho a la Inteligencia Militar y, como es natural, más de la mitad del grupo fue apresado. Ese hecho nos hizo dar cuenta de la falta de libertad y del temor que tenía la gente de hacer enfadar al régimen.
4. La UASD: Un sueño
Cuando era un estudiante de bachillerato, en el liceo José Joaquín Pérez, en San Pedro de Macorís, soñaba con poder matricularme en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, era un sueño que creía inalcanzable. Así que cuando por fin lo hice, fue como haber alcanzado una gran meta, haber cristalizado un acariciado sueño. Mi primer día en la UASD fue impresionante.
5. Llegar al Robert Read
Creía que ingresar al hospital Robert Read Cabral era algo inalcanzable; por eso, cursar mi año de pediatría en esa institución, me llenó de emoción, me hizo sentir feliz y orgulloso. De ese tiempo recuerdo al doctor Hugo Mendoza, alguien de quien aprendí mucho. Sentirme parte del equipo médico del hospital, que podía estar en la consulta de la emergencia, fue algo que me hizo sentir muy orgulloso, pero también muy nervioso.
6. La llamada del amor
A María del Pilar Ferrús, mi esposa, la conocí en Washington, pero luego yo regresé a Santo Domingo. Le había pedido matrimonio y recuerdo que el mismo día que nos llamaron para decirnos que un gran fuego había destruido la tienda de la familia en San Pedro de Macorís, al rato llamó ella desde Washington para decirme que aceptaba casarse conmigo, se lo dije a mi papá y a él buscó una botella de vino para brindar por mi felicidad, sin pensar que con el fuego la tienda se había reducido a cenizas.
7. Ver nacer mi primer hijo
Esa fue una de las emociones más grandes de mi vida. Estuve presente al momento de su nacimiento, ya médico con formación de pediatría. En ese tiempo no existían las sonografías, así que hasta el último momento no sabía si sería niño o niña. Como todo hombre, quería un varón, no fue así, pero desde que Alexia nació, ( así se llama mi hija mayor)la comencé a amar, hasta el día de hoy.
8. Residencia médica en Méjico
Haber podido realizar mi residencia médica en el hospital infantil Federico Gómez, de Méjico, fue otro sueño hecho realidad. Llegar allí lo consideraba como algo vital para mi formación y por un tiempo creí que no lo podría alcanzar, pero pude entrar y lograr completar mi entrenamiento formal con éxito. Mi permanencia allá es algo inolvidable para mí por el resto de mi vida.
9. Maestros insuperables
Hugo Mendoza, el director de la cátedra de Medicina de la UASD, y el equipo de profesores integrado por los doctores Nelson Calderón, Bismark Yermenos, que dirigía el área de Neonatología, las doctoras Marianela Ariza, Haydee Rondón, Josefina Cohén y el doctor Teófilo Gautier, eran personas que mantenían una organización extraordinaria y, además, poseían una preparación estupenda. Ellos constituyeron ejemplos para mí y fueron vitales para mi formación.
10. Una gran distinción.
Cada uno de los reconocimientos que he recibido, nacional e internacionalmente, ha sido importante en todos los sentidos, pero no puedo dejar de resaltar la Medalla Federico Gómez, que recibí del Hospital Infantil Federico Gómez de Méjico. Este es un reconocimiento que ese centro asistencial entrega cada año al mejor pediatra a nivel internacional.
Ha sido reconocido dentro y fuera del país
Recibió el premio James Nakano, al Mejor Trabajo de Investigación, en junio del año 2002, y en el año 2007 fue nombrado como Maestro de la Pediatría Dominicana. En 2009, fue seleccionado por el Despacho de la Primera Dama, como el Mejor Pediatra del Año. Forma parte del selecto grupo de Confección de Políticas Mundiales para la Prevención de la Enfermedad Neumococcica.