“La promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a los hijos resucitando a Jesús”. Hech. 13: 32, 33.
eclesiastés 5:3 nos pone la otra cara de la moneda: “Si has hecho una promesa a Dios, no tardes en cumplirla, pues Dios no ama a los tontos: Si lo has prometido, hazlo”. Cuántas veces prometemos a Dios que haremos o dejaremos de hacer, que seremos o dejaremos de ser de tal manera, pero el tiempo, las ocupaciones, nuestra inconsistencia y nuestra debilidad nos hacen dejar que el aire se lleve nuestras palabras.
Nos comportamos como necios, no medimos lo que decimos, no nos detenemos en la dimensión de nuestras promesas. Dios nos hace una invitación a la responsabilidad y a ser consecuentes, incluso, a imitar a Dios, ese Dios que cumple sus promesas, que tiene misericordia de nosotros y que nos toma muy en serio. Es practicar un poquito de todo el ejemplo que Él nos da día tras día.