Jenny Polanco no siempre pensó en dedicarse al diseño de modas. En principio muchas otras cosas llamaban su atención. Eso sí, siempre relacionadas con la creatividad.A pesar de que en su familia existía la tradición de tener un cuarto de costura, no se imaginaba que esa sería la cuna de sus realizaciones.
Cuando se vio inmersa en el mundo de la moda, nunca pensó que las dominicanas amarían sus diseños, pues en sus inicios su blanco de público eran los turistas, para quienes comenzó a trabajar, con el interés de que en sus equipajes de regreso a casa llevaran consigo un recuerdo de Quisqueya. ¿ Y qué mejor que una prenda de vestir elaborada por manos dominicanas?, pensó para sí.
Más de 30 años después, su nombre es una de las marcas más representativas del buen vestir, pero también es símbolo de la calidad, del talento y de lo que son capaces de lograr los diseñadores criollos.
1. La primera nieta
Nací en Santo Domingo, en la Zona Colonial, en la calle Pina. Mi madre y mi padre son de La Vega. Soy la primera nieta (mujer) de la familia. Entonces fui muy bien recibida, fui una niña que recibió mucho apoyo y cariño por todas partes. Según me cuentan, era muy inquieta, no dormía. Me pasaba las noches despierta, aún al año y medio me la pasaba meciéndome en una mecedora. Me encanta una mecedora y con un año y medio me sentaba en una mecedorita al lado de la cama de mi mamá, y le decía: “duérmete, mami que yo estoy aquí tranquila”.
2. Un buen balance
Soy hija de Luis Felipe Polanco Peña y Maruja de Polanco. Mi papá es un hombre muy correcto y muy recto, muy disciplinado. Mi mamá, una mujer muy creativa y muy espontánea. Creo que me dieron un buen balance de vida. Me encantaba desde pequeña la música, el dibujo. Mi mamá me cuenta que cuando nos mudamos para Gascue, yo no podía tener más de cinco años, llegó una visita a la casa y ella estaba trabajando, y que yo invité a la visita a sentarse, le pregunté que si quería un café, mandé a la muchacha a hacerle un café, le pregunté si le gustaba escuchar música y le puse música. Y ese señor llamó a mi mamá y le dijo: “Ven acá, pero eso es un monstruo lo que tú estás criando. Esa niña no tiene más de cinco años”. Desde niña fui muy extrovertida.
3. Dos hermanos
Tengo dos hermanos, pero siempre digo que son dos hijitos que tengo, porque yo le llevo cinco años al hermano que me sigue y 11 a mi otro hermano. Entonces, yo recuerdo cuando llegó mi hermanito más pequeño a la casa, eso fue una cosa para mí increíble. Yo recuerdo perfectamente el día que llegó mi primer hermano a mi casa. Fue la alegría mayor en mi vida, la presencia de ese bebé en mi casa. Yo lo estaba esperando con ansias y fue como un premio para mí. Me llevo muy bien con los dos, pero no me relacioné con ellos como hermana, porque estábamos en etapas muy diferentes. Ellos, entre ellos, se relacionaron más, porque son varones, para ellos fui la hermana mayor, pero el proceso de crecer fue muy buena experiencia, aunque no tengo recuerdos de jugar con mis hermanos.
4. En la escuela
Yo tuve mucha suerte. Soy parte de un grupo del Colegio Santa Teresita que la mayoría ingresamos desde pre-kinder y nos mantuvieron unidos hasta el bachillerato. Es decir, que esos eran casi mis hermanos y, realmente, a mí me fascinaba ir a la escuela. Fui muy buena estudiante, por lo menos muy cumplida. Fui muy respetuosa de lo que se debía hacer y de lo que no se debía hacer. Fui una niña muy buena. Todavía soy obediente. No hago nada que no se deba hacer, no me gusta saltar reglas. No me gusta hacer cosas escondidas. Me encantaba jugar muñecas y hacerles vestidos a las muñecas. Vivía cosiéndole a las Barbies. No viví ningún momento de inseguridad. Aunque ahora, de adulta, supe que mis padres pasaron por momentos económicos muy fuertes en mi niñez, pero nunca me lo hicieron sentir. Me crié en un ambiente sumamente seguro, de mucha aceptación, de mucho amor. Fui una niña muy cuidada y muy querida.
5. El mundo del diseño
Ingresar en el mundo de la moda y el diseño, no fue algo que premedité. Lo único que yo tenía claro, cuando terminé el bachillerato, era que estudiaría algo vinculado al arte, la historia y a la creatividad. Me gustaba la Psicología también y las Matemáticas. Me fue muy difícil escoger. Recuerdo que la psicóloga del colegio, que era Martha Ramírez, me dijo: “Bueno, vamos a hacer el último ejercicio. Cierra los ojos e imagínate cuando tú seas una señora mayor de 50 años. ¿Dónde tú te imaginas?”. Yo le dije: “Bueno, yo me imagino en una casita frente al mar escribiendo, pero antes de eso yo voy a hacer muchas cosas”. Ella me dijo: “Bueno Jenny, me lo pusiste más complicado todavía”. En ese entonces se recién abría la carrera de Diseños de Interiores y Artes Plásticas, en la UNPHU, y yo pensé ingresar ahí hasta que tuviera claro lo que iba a hacer. Así ingresé en esa carrera, con muy buenos profesores, que me acogieron desde un principio. Fue un reto muy grande.
6. Precoz
Nuestra generación se graduó muy joven del colegio. Yo entré a la universidad a los 17 años y a los 19 me gradué, porque es una carrera técnica de dos años y medio y me exoneraron un montón de asignaturas. Pero fue muy difícil, porque en el colegio todos me conocían, pero en la universidad tenía que crear una trayectoria nueva. Tenía que demostrar mi capacidad. Recuerdo que el primer semestre, el profesor César Iván Feris Iglesias me dice: “Señorita Polanco, párese. Por su gran labor usted tiene exonerado el examen final”, me quedé asombrada, me puse a dar gritos. Todavía se me humedecen los ojos de la emoción, porque ni me lo esperaba, ni lo podía creer. Cuando ingresé a la universidad ya yo trabajaba, porque siempre fui muy independiente.
7. Trabajo
Una de mis profesoras de la universidad, Patricia Read, me invitó a trabajar con ella, así hice la carrera, estudiando y trabajando con el equipo de Billy y Patricia Read en diseño de interiores. Eso me sirvió para darme cuenta que no me gustaba tanto el Diseño de Interiores. No me gustaba lidiar con los obreros, y aparentemente mi forma de ser a ellos tampoco les gustaba porque yo era muy fuerte y muy mandona. Recuerdo que un ebanista me dijo: “Mire señorita, deje esta profesión porque a usted un obrero o un carpintero la va a matar, porque a los hombres no se les habla así”, y yo le dije: “En este caso, ni usted es un hombre, ni yo soy una mujer. Usted es mi empleado y yo soy su jefe y le hablo como le tengo que hablar”. Y ese hombre yo no sé cómo no me mató. Yo me dije: “bueno, yo me estoy buscando un problema”.
8. Un cuarto de costura
En mi familia siempre se usaba tener un cuarto de costura. Era como una tradición que había en la familia. Donde mi abuela, mis tías y en mi casa había una habitación de costura. En esa habitación era que mi mamá arreglaba las cosas de la casa, cosía ropita para nosotros; entonces, en la medida en que fui creciendo fui comprando mis telas, fui aprendiendo a coser, me molestaba cuando ya tenía 12 años que mi mamá me cogiera las telas que yo había comprado y me guardara ropa hecha. Ella me guardaba la ropa que me hacía, puesta en la cama; y yo me quería morir, y ella que lo hacía con aquella ilusión… y yo le decía: “Me dañaste mis telas”, yo me ponía a pelarle a la pobre.
9. Diseñadora
Al lado del local donde montamos la Joyería Capriles, en el Hotel Sheraton, había un local vacío y yo fui al hotel y pedí que me dieran la información de cuánto pagaba. Yo me preguntaba que cómo era posible que en un hotel tuviera una tienda con ropa importada cuando el que viene aquí lo que quiere es llevarse algo hecho en el país. Me acuerdo que me entrevisté con el señor Oscar Lama, y él me preguntó: ¿Qué tú vas a poner? Y yo le dije que pondría una tienda de ropa y me preguntó que qué tipo de ropa yo pensaba vender. Le dije que yo me hacía toda mi ropa y que pondría una tienda de la ropa que yo me hacía, para que la gente se llevara ropa hecha en el país, hecha por manos dominicanas. En esos momentos importábamos todo. Me dijeron que no, que ya tenían un compromiso con una boutique y que ellos no podían romper ese compromiso. Seguí insistiendo, hasta que finalmente me dieron esa tienda.
Cuando el señor Lama me dijo: “Vale tanto, y me tienes que dar tres meses por adelantado”, sin yo tener un solo centavo, le dije: “pues yo no le puedo dar tres meses de depósito, yo le voy a dar un mes de depósito y un mes por adelantado”, y él se rio y me dijo que estaba bien. Llegué a casa y le dije a mi papá: “préstame 3,500 dólares”, y él me preguntó que para qué y le respondí que para poner una tienda, y le dije que no se preocupara que yo se lo iba a pagar. Comencé a hacer ropa, sin saber que estaba diseñando ropa, y siempre recuerdo que en una reunión de amigos con Sully Bonnelly y Rodrigo Rodríguez, Sully dijo: “Pero Jenny, la que está diseñando ropa eres tú”. Ahí me dije: “Pues mira, voy a ser diseñadora de ropa”. Me fue muy bien desde un principio, no sé si por suerte. Entonces decidí hacer la parte técnica de la carrera, porque la parte artística, ya la había estudiado. No sabía nada de patronajes, ni de técnicas de alta costura, no sabía dibujo de diseño gráfico.
10. De los amores…
Me casé muy enamorada del padre de mis hijos, William Quiñónez, a los 22 años, nunca fue mi meta casarme tan joven, aunque yo era muy madura, mi meta era casarme a los 28 años. Cuando lo conocí, entendí que había conocido a alguien muy importante para mí y decidimos que los dos podíamos empujar juntos una familia. Estuvimos casados por 10 años, y tengo la dicha de haber procreado mis dos hijos, Luis Carlos y Carla Quiñónez Polanco. Nos divorciamos, y encontré el otro amor de mi vida, Julio Pereyra, él fue mi compañero por 15 años. Hicimos una vida muy linda porque él es pintor, artista y juntos hacíamos una dinámica muy bonita en cuanto a arte e inquietudes, y en cuanto a necesidades. Fue un matrimonio muy especial, porque el vivía en Nueva York y yo vivía aquí. Yo me negué a irme a Nueva York, fue un matrimonio de 15 años que pasamos viajando. Fue una relación muy bonita pero que llegó a su fin. Somos muy buenos amigos. Como él conoce a mis hijos desde chiquitos, ha actuado y se ha comportado con ellos como un padre. Ha sido un gran apoyo para mi vida. Ahora tengo un compañero con el que espero terminar mi sección de compañeros, él se llama Antonio López. Es un ex compañero de colegio. Es dominicano, pero se fue a vivir a España a los 22 años y no volvió hasta hace cinco años y allá hizo familia, y cuando rompió su relación decidió volver para acá y aquí nos encontramos y estamos tratando una relación. Esa es mi vida amorosa.
Tiempos de reflexión
“La revista Forbes me acaba de elegir como una de las 50 mujeres más poderosas de la República Dominicana, y la primera sorprendida soy yo; y me dije que si hay un poder que yo pueda tener es el poder de trabajar mucho. A esa capacidad de trabajo y a mi perseverancia, les atribuyo el que hoy Jenny Polanco sea una marca país. Llevo 30 años haciendo esto. Para mí, mi trabajo es mi forma de agradecerle a la vida, a Dios, al país y a mis padres lo que me han dado. Siempre trabajo con ese sentido de agradecimiento. Eso, y no desistir, aunque no te niego que por momentos me he decaído… y mucho. Me acuerdo que hace 20 años, cuando yo tenía la tienda en Plaza Central, le dije a mi asesor banquero, que en esos momentos era Christoph Saladín, de Baninter: “No doy para más. No puedo seguir trabajando de esa manera. Yo voy a dejar esto. Creo que yo quiero ser médico naturalista”. Él se paró de la silla y me dijo: “Tú te estás volviendo loca. Tú no puedes”. Yo le dije que mi vida era mía. Entonces él me dijo: “No. ¿Tú te imaginas la cantidad de dominicanos que se les cae el sueño si tú abandonas esto? ¿Tú te has puesto a pensar la cantidad de estudiantes que te tienen a ti como ejemplo de que ellos van a poder porque tú pudiste?” Y así siguió, y yo me fajé a dar gritos como casi estoy dando ahora. Eso me enseñó que el éxito es una responsabilidad muy grande. Cuando te vas bien eres un parámetro para otros, y eso te empuja a tratar de continuar y te crea la responsabilidad de apoyar a los que comienzan, igual como te apoyaron a ti cuando estabas comenzando.
Sorpresa
“Yo no pensé trabajar para las dominicanas, yo lo que pensaba era trabajar para los extranjeros que venían de visita al país”.
Desfile
“Mucha gente me dio apoyo, entre ellas, mi hermana, porque es como una hermana, Ana Messina. Ella me insistía mucho para que yo hiciera un desfile”.
Tradición
“En mi familia siempre se usaba tener un cuarto de costura. Era como una tradición. Donde mi abuela, mis tías y en mi casa había una habitación de costura”.