“Y cuando os pangáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas”. Mr. 11: 26.
En nuestro más sagrado momento de oración pedimos inicialmente perdón a Dios, ¿y lo tuvimos nosotros con aquella persona que nos ofendió, nos faltó, nos debió, nos quedó mal…? ¿Tuvimos misericordia con quien vino humillado, avergonzado a rogar por una prórroga para honrar una deuda pendiente? ¿Cerramos el capítulo de dolor del pasado? ¿Con sinceridad respondimos ante la necesidad de aquel que nos dio la espada? ¿Replicamos el acto de indolencia para que aquella persona sintiera las inclemencias del rechazo? ¿No hemos arrancado las raíces de amargura que nos hacen eternamente infelices? Jesús nos llama a revisar todo eso y más antes de tener el valor de “pedir”, de “rogar” al Padre. Nos llama a conjugar en primera persona el verbo perdonar.