“El ascenso del Sur”

El Informe Mundial de Desarrollo Humano 2013, bajo el título “El ascenso del Sur”, es un documento optimista.

El Informe Mundial de Desarrollo Humano 2013, bajo el título “El ascenso del Sur”, es un documento optimista. Nos habla de un Sur emergente que está cambiando el entorno internacional, de muchos países pobres que han logrado avanzar hacia más bienestar y libertades, y cuya voz e influencia se está haciendo sentir cada vez con más fuerza. Mientras tanto, los países ricos se atascan en un marasmo cocinado por las élites financieras pero que paga la gente pobre y sin poder, con desempleo y desahucios.

Los éxitos más sonados son obviamente los de países grandes como Brasil, China, India, Indonesia, Sudáfrica y Turquía, pero otros países más pequeños como Mauricio, Ghana, Tailandia y Ruanda también han mostrado progresos importantes.

Junto a ello, también parecen emerger nuevas ideas y un nuevo consenso sobre el desarrollo.

El informe destaca tres factores comunes a las experiencias más exitosas de crecimiento y reducción de la pobreza de los países en desarrollo, y que denomina “impulsores”. El primero es un Estado desarrollista, es decir, comprometido con el desarrollo productivo, con mercados que funcionan a favor de la gente, con la promoción de las exportaciones y con el avance tecnológico. No adoptaron una receta única, sino políticas diversas que se adaptaron a circunstancias cambiantes, pero todas con un fuerte compromiso con la transformación tecnológica y productiva. Atrás quedaron las ideas preconcebidas de los mercados liberalizados o el control estatal como clave para el despegue. Se trató de un fuerte activismo estatal en un entorno cada vez más libre y competitivo.

El segundo factor fue el aprovechamiento de los mercados mundiales y la exportación de productos dinámicos en esos mercados, buscando participar de forma provechosa en las cadenas globales de valor. En general, no hubo una apertura repentina sino una “integración gradual y secuenciada” a la economía mundial acompañada de inversiones en las personas, en instituciones y en infraestructura. El tercer factor fue la innovación y las fuertes inversiones en políticas sociales y en mecanismos que den voz a los marginados. El resultado fue avances sustantivos en educación, salud, protección social y participación, los cuales retroalimentaron el crecimiento porque fortalecieron las capacidades productivas y de innovación de las personas.

También destaca riesgos persistentes para sostener el impulso, en particular, la inhabilidad de los países ricos de salir de la crisis y la creciente desigualdad entre países del Sur que tienen éxito y los que no lo tienen. Que los países ricos vuelvan a crecer y que el resto de los países en desarrollo se integre al proceso de cambio es crucial para mantener la senda, porque los primeros siguen siendo los mercados más grandes y los segundos están creciendo en importancia.

En el caso dominicano, el informe reitera lo de otros con respecto al Índice de Desarrollo Humano. Ubicó al país en la posición 96 de un total de 187 países y tiene un nivel medio de desarrollo humano, cuando se incorpora la desigualdad en el índice, el país cae 15 posiciones en el mundo y el índice cae en un 27%, y hay una persistente desigualdad entre hombres y mujeres. El índice es una combinación de indicadores de ingreso por persona, esperanza de vida y logros en educación.

Además, al comparar la posición dominicana en el índice con la del ingreso por persona, caemos 11 puestos en el mundo. Es decir, estamos mucho peor en desarrollo humano que en ingreso, lo que significa que, debido a la concentración e ineficiencia en políticas, el ingreso beneficia menos a la gente de lo que pudiera hacerlo.

Por último, durante la última década, la tasa de crecimiento del índice en el país se ubicó por debajo de la de los países de desarrollo humano medio y bajo. Eso significa que estamos avanzando a un ritmo más lento que el resto de los que están por debajo de nosotros, y por lo tanto que somos del paquete de países rezagados, aunque no seamos de los que estamos en peor posición en el mundo.

Si otros han avanzado en bienestar y libertades, no hay razones para pensar que no podemos lograrlo. Pero ello requiere más inversión en la gente, mejores salarios, más atención a la producción, menos clientelismo y más transparencia y participación.

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