Nuestro acuerdo de Asociación Económica con la Unión Europea fue firmado oficialmente en octubre del 2008, apenas un mes después de la caída Lehman Borthers, la cual dio inicio a la mayor crisis financiera de los últimos 50 años.
Con esto cambió el péndulo de las tendencias aperturistas del mundo, surgiendo una mayor preponderancia hacia el proteccionismo. Paradójicamente, este fenómeno ha sido más empujado por los países desarrollados y grandes, que por los pequeños en vías de desarrollo.
El Centro para la Investigación de Políticas Económicas, CEPR, con sede en Inglaterra, publica de manera recurrente un reporte sobre el proteccionismo mundial. Su último reporte de junio, reitera que las mayores medidas implementadas desde la primera reunión del G20, en noviembre del 2008 han sido impuestas por los países desarrollados. El 79% de todas las medidas proteccionistas identificadas por este Centro se originan del G20.
En adición, si bien se ha dado un incremento de medidas de defensa comercial (dumping, salvaguardias y compensatorias), éstas son minoría. En conjunto los países del G20 han implementando 1,013 medidas discriminatorias desde noviembre del 2008, de las cuales apenas 272 corresponden a medidas de defensa comercial.
Esto implica que el 73% de las medidas salen de este entorno, siendo más sutiles, circunvalando los mecanismos tradicionales de la OMC. Han proliferado medidas arancelarias, barreras no arancelarias, restricciones e impuestos a las exportaciones, medidas a las inversiones, a la migración y subsidios a las exportaciones.
Mientras esto sucedía, fuimos testigo de cómo se incrementaba el interés de países grandes y desarrollados en firmar acuerdos de libre comercio con nuestro país.
Se evidenció la pro actividad de los embajadores, pues firmar acuerdos se había convertido en el mejor triunfo de una gestión. Para sorpresa en la mayoría de estos casos la relación comercial entre lo que exportábamos e importábamos, era superior al 20 a 1, en detrimento nuestro.
Por tales motivos, es importante reconocer en su justa dimensión la prudencia con que las actuales autoridades de la Comisión Nacional de Negociaciones Comerciales, liderada por el Ministerio de Relaciones Exteriores, han actuado en este campo, particularmente luego del estallido de la crisis financiera internacional.
Si bien hemos sido relativamente tímidos en aplicar mecanismos proteccionistas, hemos sido acertados en fortalecer los mecanismos para implementar y aprovechar los tratados vigentes.
En adición hemos sido cautos, evaluando primero el impacto que han tenido los tratados firmados, para aprender de las experiencias pasadas. Se han estudiado de manera ponderada las potencialidades y sensibilidades de los mercados que nos tocan la puerta.
Se ha trabajado en diseñar un modelo propio de plataforma negociadora y se ha mantenido una estrecha coordinación y comunicación con los sectores productivos.
En perspectiva, hemos sido sabios navegando en este nuevo entorno político del comercio internacional. l