Los renacientes Estados Unidos renovaron el Ejecutivo en una hermosa ceremonia llena de significantes, como la presencia hispana, y especialmente, el mensaje del presidente Barack Obama, en su segundo período, en el cual profundizará en sus convicciones sobre el papel de ese país en el mundo, lo mismo que en la vida de sus conciudadanos.
Obama ha comenzado este mandato muy centrado en sus ideas de paz. Sus palabras no podían ser mejores: “Nosotros, el pueblo, seguimos creyendo que la seguridad y la paz duraderas no requieren de una guerra perpetua”. Esa expresión no puede pasar por alto, porque niega un pasado matizado por una política de garrote frente a países vecinos y lejanos. Y la verdad es que llegó a la Presidencia con la herencia maldita de dos guerras, en Irak y Afganistán, y una tercera en territorios inciertos y enemigos desconocidos como Al Qaeda.
Asimismo, hay que valorar cómo invoca el coraje para intentar resolver pacíficamente las diferencias con otros países, en el entendido de que el compromiso es más efectivo en las relaciones internacionales que las “sospechas y el miedo”. La paz, sostiene, requiere del avance de principios comunes como la tolerancia y la oportunidad, la dignidad humana y la justicia.
Una filosofía de esta naturaleza para un país tan poderoso como los Estados Unidos tiene una extraordinaria dimensión. Y en esa dirección, concuerda la proclamada defensa de su pueblo y sus valores, “a través de la fuerza de nuestros brazos y del imperio de la ley”, lo mismo que su apoyo a la democracia y a la libertad en el mundo.
El presidente Obama no sólo tiene el reto de promover un liderazgo en favor de la paz global. Sus conciudadanos esperan que bajo su inspiración la crisis económica llegue a su fin. Que se restaure la confianza en la economía y que todos aquellos ciudadanos del mundo que han escogido a Estados Unidos como la tierra de las oportunidades, se sientan seguros de que podrán vivir en paz.
Magníficas palabras del presidente Obama.