La muerte de las figuras públicas trasciende el dolor de sus familiares y amigos y se convierte en un pesar para el país donde desarrollaron su carrera, e incluso para el mundo cuando su trabajo y trayectoria ha alcanzado dimensiones internacionales.
Recientemente, el mundo lloró la pérdida del afamado actor Robin Williams; y los dominicanos dijeron adiós al más influyente comunicador, conductor y productor de programas de televisión, Yaqui Núñez del Risco, a quien, con toda la razón le llamaban, “La Palabra”.
Su cultura, profesionalismo, y esa manera tan suya de jugar con las palabras a la hora de ejercer sus funciones como comunicador, lo hicieron merecedor del título de Maestro, un maestro que sirvió de guía a toda una generación de comunicadores y comunicadoras. Y fue así como Yaqui asumió su rol de presentador, como un educador. Eso queda evidenciado en los videos de su trabajo diario en el Show del Mediodía, programa de televisión donde se destacó por su inigualable talento y esa manera tan diferente de presentar la variedad de cada día al mediodía.
La fama tiene sus particularidades, una de esas es la de permitir a una persona que nació en un hogar con un número determinado de hermanos y familiares, que otras familias la adopten. Las figuras públicas son un poco de todos, así las sentimos, por eso su desaparición física nos duele a todos.
Otra particularidad de la fama, es que la vida y la obra de esas figuras quedarán por siempre como una muestra de su paso por este mundo. Las generaciones pasarán, pero los nombres de los grandes hombres y mujeres que transitaron por la tierra quedarán escritos con la tinta indeleble de la gratitud y del honor y tributo que le rendirán siempre quienes aspiren a caminar su senda.
La muerte física deja un profundo dolor entre aquellos que pierden un ser querido, pero con el tiempo los recuerdos de los momentos vividos se convierten en un consuelo para sus deudos; lo mismo sucede con los artistas, los políticos y todo aquel cuya vida se desarrolla ante el escrutinio público, su legado es el consuelo y el ejemplo para quienes les sobreviven. Es la mejor manera de demostrar que no pasaron en vano por esta vida.
Los hombres pasarán, pero sus obras quedarán por siempre en la memoria de la humanidad. l