Las Navidades de la calle El Conde

Ir en Navidad a ver las vitrinas de la calle El conde era como lo será para otros ver las vitrinas de Bergdorf Goodman en Nueva York: una experiencia artística, espiritual. Era entonces cuando empezaba la Navidad. El aire cambiaba, las luces de…

Ir en Navidad a ver las vitrinas de la calle El conde era como lo será para otros ver las vitrinas de Bergdorf Goodman en Nueva York: una experiencia artística, espiritual. Era entonces cuando empezaba la Navidad. El aire cambiaba, las luces de la calle brillaban mejor, y las vitrinas eran acontecimientos de portadas de periódicos. La calle El Conde, la de entonces, era nuestra vitrina nacional.

En el Conde las modistas y las sastrerías de copete marcaban la moda, lo cual se veía en sus vitrinas. También esas vitrinas eran “la vitrina social” del quién era quién en Dominicana. Aparecer en las fotos de “Los mejores vestidos del año” en aquella galería de retratos de la tienda de tejidos López de Haro, era superior a salir muchas veces en las portadas de las revistas de sociales actuales. El Conde era y es lo que alguien llamó “El callejón de los sueños”, que ahora lo podríamos modificar como “El callejón de los sueños truncados”.

Pasear por El Conde en Navidad era una maravilla. Comprar en El Conde era un lujo que la pequeña clase media dominicana se daba una vez al año. Mis experiencias comienzan a finales de los años 60 y están recargadas por las historias que han contado familiares y amigos sobre los momentos importantes de nuestra historia reciente. Cualquier acontecimiento comenzaba o terminaba en la calle El Conde, aunque fuesen los comentarios posteriores al suceso, que en El Conde era magnificado o minimizado según el interés de los parroquianos del Roxy o del Panamericano.

Aún hoy, que parece no tener dolientes, la calle El Conde sigue emitiendo mensajes de Navidad. La brisa de diciembre en el parque Colón es la misma brisa de antes, recogedora, generosa hacia todos. Y, por supuesto, no es la brisa de los aires acondicionados de los mall del polígono central.

Recordar y alegrarse pensando en lo que fue y significó la calle El Conde parece ser lo único que nos queda a un grupo de nostálgico, porque parece que ya es tarde para volver a ser lo que fue. La modernidad dominicana empezó allí, los primeros edificios privados importantes, los ascensores, que ahora parecerá algo raro pero subir a uno de ellos era sentirse moderno, actual y que el futuro nos pertenecía. Así de ingenuo éramos.

Hoy, quienes administran nuestra ciudad colonial, y muy especialmente la calle El Conde, no tienen idea de lo que significa esa calle “…como un monumento de referencia histórica y espiritual” según palabras de Andrés L. Mateo. Hay calles que son la patria como lo es el idioma y la historia. La Navidad es menos sin El Conde.

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