Resulta difícil analizar la situación actual de la mujer, las iniquidades sociales, económicas y culturales que la afectan, si no tomamos en cuenta un flagelo muy particular y dramático que convierte su victimización en todo el mundo en una tragedia generalizada. Nos referimos a la mujer víctima de los conflictos políticos, las guerras, el extremismo, el tráfico de personas y el narcotráfico, los cuales constituyen la secuela más terrible de la violencia de género, considerada un delito de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional, que conoce del Derecho Internacional Humanitario, en funciones de tribunal de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
¿Qué cantidad de mujeres atraviesan por esta terrible situación? La ONU ha establecido que más de un tercio de las mujeres en todo el mundo son víctimas de violencia, lo que con frecuencia termina costándoles la vida o dejándolas con lesiones permanentes, desplazadas y abandonadas. De ese porcentaje que sufre todo tipo de maltrato y vejación, entre ellos la violación sexual, “menos del 40 por ciento decide romper el silencio y contar su experiencia, y menos del 10% lo denuncia.
La violencia sexual contra las mujeres es un delito frecuente. Según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de cada cinco mujeres, por lo menos una ha sido víctima de alguna forma de violencia de ese tipo, la cual adquiere mayor dimensión, con características horrendas, como las violaciones, los desplazamientos forzosos, la viudez, las desapariciones y las muertes.
A los organismos internacionales que como ONU-Mujeres y el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) que dan seguimiento a esa situación, se les hace sumamente difícil contabilizar globalmente las víctimas letales. Sólo pueden describir situaciones en el terreno y levantar cifras parciales en naciones como Irak, Afganistán, Libia, Yemen, Siria, Sudán, El Congo, Nigeria y otras naciones árabes, del Cercano y Medio Oriente y África, que viven el día a día en situación de guerra. Lugares donde los sufrimientos obligan a quienes se ven atrapados en esa situación, muy particularmente a las mujeres y sus hijos, que son los sectores más vulnerables, a llevar una vida miserable y de horror. Para poner un ejemplo de la situación de la mujer en medio de los conflictos bélicos, “en las provincias orientales de la República Democrática del Congo, la violación se ha convertido en un arma de guerra usada por todos los grupos que participan en el conflicto. En el caso de Ruanda, se estima que el número de mujeres violadas durante los tres meses del genocidio de 1994 se sitúa entre 100,000 y 250,000. Los organismos de las Naciones Unidas estiman que los grupos de milicias armadas han violado a más de 60,000 mujeres durante la guerra civil de Sierra Leona y a más de 40,000 durante el conflicto en Liberia. UNIFEM estimó en 60,000 el número de mujeres violadas en la ex-Yugoslavia”.
Como podemos apreciar, las mujeres viven entre la violencia que les impone una sociedad machista signada por la desigualdad de género, y la violencia de los conflictos políticos y las guerras que en los últimos 15 años, según la ONU, se han triplicado junto a los extremismos violentos. Este es un problema muy cercano a nosotros.
En Colombia, por ejemplo, una nación con salida al mar Caribe, y Guatemala, en Centroamérica, todavía no llegan a superar un problema que sí lograron resolver, en parte, Nicaragua y El Salvador. En México se vive una situación extremadamente terrible, producto de la trata, y el tráfico de drogas y seres humanos. La trata se convierte en una trampa para millones de mujeres y niñas, que pasan a ser esclavas en pleno Siglo XXI. Las mujeres y niñas representan el 55% del total de víctimas de la trata y el trabajo forzoso, estimado en 20.9 millones de personas en todo el mundo, y el 98% de las personas que son explotadas sexualmente contra su voluntad son mujeres.
Una encuesta de las ONG Casa de la Mujer y Sisma Mujer, calculó que 94,000 mujeres colombianas han sido violadas en medio de conflictos armados, 50,000 han tenido un embarazo o un aborto forzado, 175,000 han sido víctimas de acoso sexual, 48,000 obligadas a hacer trabajos domésticos y los grupos armados han tratado de regular la vida social de unas 327,000 mujeres.
En el caso de las mujeres, sobre todo las madres, viven la experiencia de la guerra de múltiples formas, mayormente como blanco de los ataques al formar parte, junto a sus hijos y familias, de la población civil atrapada. Además de heridas, lecciones graves y muerte, las guerras también acarrean para las mujeres, violación sexual, separación, pérdida de miembros de la familia y de los medios mismos de subsistencia y privaciones de todo tipo.
Es en el marco de ese panorama que adquiere importancia el Estudio Global sobre la Implementación de la Resolución 1325 de la ONU, de este año 2015, la cual está vinculada a la Resolución No. 1820 de 2008, asumidas ambas por el Consejo de Seguridad del organismo, con el apoyo del Tribunal Penal Internacional, en la búsqueda de articular una agenda de políticas globales sobre Mujer, Paz, Seguridad y Derecho Internacional Humanitario en los niveles políticos y operacionales; sustentadas ambas en los Convenios de Ginebra que recogen las disposiciones específicas relacionadas con los géneros y la realidad de hombres y mujeres en los conflictos armados.
Entendemos que la agenda Mujer, Paz y Seguridad debería integrarse por completo en la estrategia de la lucha contra el terrorismo de las Naciones Unidas, dado el rol de la mujer como víctima, perpetradora y agente de cambio.