El objetivo primario de todo partido político es acceder al poder para ayudar a resolver algunos de los eternos males que afectan a nuestra sociedad, tales como: pobreza extrema, educación precaria, servicios médicos públicos de pésima calidad, servicio eléctrico malo y caro, suministro de agua contaminada e intermitente, ausencia de alcantarillados sanitarios, abandono de la agricultura, indiferencia ante la depredación de los bosques y ante la contaminación cloacal de las aguas superficiales y subterráneas, aumento de la delincuencia y la inseguridad, etc.
Pero para que un partido político pueda acceder al poder es necesario crecer y crecer, sin detener, y ello se logra convenciendo a más de la mitad de la población votante de que se sume a un partido político que oferta tener los líderes, los dirigentes, las estructuras, el conocimiento de los problemas, las soluciones aplicables, los programas de compromisos de gobierno, y la voluntad para encarar, sino todos, al menos una parte importante de los principales males sociales, y esas expectativas de solución a los graves problemas de una nación son las que crean las esperanzas de la población, y esas esperanzas se transforman en suficiente votación para ganar el próximo proceso de elección.
Sin embargo, cuando observamos la situación de todos los partidos políticos dominicanos, nos encontramos que, en lugar de crecer, están experimentando un notable proceso de división y de disminución que va en dirección contraria a lo que debe ser la aspiración de una población que busca reivindicación.
Basta observar la reciente encuesta del Centro Económico del Cibao, la cual presenta resultados de un muestreo electoral actual en comparación al muestreo electoral anterior realizado por la misma firma encuestadora, y donde se aprecia que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) bajó de 47.4% a 44.1%, que el Partido Revolucionario Moderno (PRM) bajó de 19.0% a 17.9%, que el Partido Reformista Social Cristiano bajó de 3.0% a 2.3%, que los partidos minoritarios (tabulados juntos como “Otro”) bajaron de 2.9% a 1.1%, y que la inconformidad ante los partidos políticos (tabulada como “Ninguno”) subió de 20.8% a 25.3%, es decir, que los partidos políticos han estado perdiendo simpatías que han ido a engrosar las filas de los inconformes que hoy preferirían otros líderes, otros discursos y otras propuestas electorales.
Y si esos datos son válidos entonces habría que concluir que hay un proceso de erosión en las masas de todos los partidos políticos grandes, medianos y pequeños, incluyendo al partido de gobierno y a los partidos de oposición, y que hay una creciente insatisfacción de la población con la forma en que los partidos políticos se han manejado en el gobierno y en la oposición, pues la política, más que un servicio social, se ha convertido en un negocio grupal, donde cada grupo pelea su cuota de poder, y eso se debe detener antes que la inconformidad social se torne peligrosamente radical.
A la gente no le simpatiza ver que algunos políticos toman cosas serias en tono de burla, se ríen de todo, y “de todos”, porque taparon sus oídos ante lecciones sobre el arte de la prudencia y la concertación predicadas por grandes líderes ya idos, y poco les importa quién llega y quién se va, olvidando que en la historia de la humanidad muchos grandes terminaron pequeños, y muchos pequeños terminaron grandes, porque la Tierra gira cada día y cambia la oscuridad de la noche por la claridad del día, y que lo mucho y lo poco es muy relativo dentro de un universo expandido, donde lo poco es mucho cuando todos juntos somos pocos, y donde lo mucho es poco cuando todos se juntan contra nosotros.
Las cerrazones y las divisiones en todos los partidos políticos dominicanos están produciendo frustraciones que están contribuyendo a disminuir la confianza, la credibilidad y la popularidad frente a la sociedad, lo cual está debilitando elementos estructurales que soportan nuestro precario sistema político vigente, y esas debilidades estructurales podrían hacer colapsar el sistema político con una sacudida sísmica social, sobre todo, porque hay políticos que piensan que las restas suman y que las divisiones multiplican, debiendo revisar los fundamentos de las matemáticas políticas que aplican. l