Como es lógico en la actividad política y en campaña electoral, la oposición cuestiona siempre las labores del gobierno. Por lo regular sus críticas se centran en los programas más exitosos y en los que presentan mayor vulnerabilidad. Por eso es entendible la ofensiva opositora valorando negativamente el programa de “visitas sorpresas”, que el presidente Danilo Medina lleva a cabo desde el mismo inicio de su administración, reuniéndose cada domingo con productores medianos y pequeños para conocer sus necesidades y ofrecerles la asistencia técnica y financiera del gobierno.
Según la oposición el gobierno miente y abulta los resultados del programa. El gobierno insiste en que, por el contrario, sus efectos han dinamizado la producción agropecuaria, incorporando a sectores tradicionalmente marginados de la atención gubernamental al esfuerzo del desarrollo. La cuestión pudo haber quedado en los límites de un debate interminable, por tratarse de enfoques de matices partidarios, propios de la lucha electoral.
Al debate se ha unido un tercer actor distante de ambos: el sector empresarial organizado, por entender que las “visitas sorpresas” están transformando el campo e impulsando las actividades productivas en las zonas rurales y diversificando la actividad económica, con el financiamiento a pequeños y medianos productores agropecuarios, “personas trabajadoras que quieren echar adelante”. Es difícil contrarrestar este endoso empresarial de tres de las principales entidades del sector, AIRD, JAD y ADOZONA, dada su privilegiada posición para manejar estos temas, sin que pueda acusárseles de componenda alguna con el gobierno.
Aunque entendible en la política vernácula, enfocarse en denostar las alas más apreciadas del gobierno, como las “visitas sorpresas” y lo que hace en el sector educativo, termina siendo una pérdida de tiempo y una falla en la comunicación.