Años han transcurrido desde el desmembramiento del comunismo en la antigua Unión Soviética y el resto del Este europeo, así como del exitoso tránsito de China hacia el capitalismo, sin que los extraños seres del marxismo que aún permanecen fieles a la doctrina, entiendan las causas del fenómeno. Fue Mao el que anticipó el fracaso del sistema, si bien él mismo entró años después en contradicción con su propia prédica.
El líder de la revolución escribió: “Los comunistas son marxistas internacionalistas, pero nosotros no podemos adaptar el marxismo a la vida sino adaptándolo a las particularidades concretas de nuestro país, y bajo una forma nacional. Si los comunistas, que son una parte del gran pueblo chino, aplican el marxismo sin tener en cuenta las particularidades de la China, se llegará a un marxismo abstracto y vacío de todo contenido”.
Mao también escribió como perjudicial para el desarrollo del arte y de la ciencia la imposición por “medidas administrativas” de un estilo particular del arte o una de “escuela de pensamiento con exclusión de otra”, que fue precisamente lo que hizo, olvidando sus enseñanzas, al desatar después la llamada “Revolución Cultural”, que generó una cruenta persecución entre la misma dirigencia que le había acompañado en los años de guerra, primero contra Japón y luego contra Chiang Kai Shek, sumiendo a China en una crisis aguda.
En la actualidad, bajo un modelo de desarrollo económico capitalista, China ha alcanzado el mayor crecimiento y expansión a nivel mundial en los últimos años, renegando de las enseñanzas de Mao y sepultando cuantas trabas en el pasado impidieron ese Gran Salto que en vida de Mao resultó imposible. Existen hoy más millonarios en China que en Estados Unidos, porque como dijera Deng Xiaoping, el propulsor de la China moderna, “ser rico es grandioso”. Enseñanza esta que no han asimilado los discípulos de ese líder excepcional que fuera Mao.