I.- El desprecio a los pobres con las cajas navideñas
1.- El ser humano se eleva, se siente en ascenso cuando es tratado con distinción, elegancia, fino gusto y gran estima. Hacer sentir bien a los demás es demostración de valoración, reconocimiento, tomarlos en cuenta, motivarlos a que se comporten realizados. Por el contrario, la persona es opacada, se ve como poca cosa cuando se le da un tratamiento denigrante, vejatorio e ignominioso.
2.- El individuo es golpeado anímicamente si se le hace creer que es un nada, un cero a la izquierda y que, por tanto, no es merecedor de consideración alguna. Sería como decirle que no es más que un piojo, que no da ni para remedio, que es un comino, que se mueve en su medio como algo insignificante, carente de importancia.
3.- No solamente con palabras se mancilla, también con actitudes de descortesía, con acciones que revelan desatención, falta de deferencia y ausencia de cortesía. El irrespeto es una de las tantas formas de ofender, burlar y atropellar, porque los malos tratos no son solo físicos, sino que también se ponen de manifiesto con el rudo tratamiento.
4.- Es pisoteada la persona que por vivir en un medio social donde impera la
desigualdad, arrastra la pobreza, y como una forma de captarle su voluntad, calmarle su indignación, se le trata como pordiosera, con dádivas por medio de limosnas, y otras tantas formas de hacer prisionera la voluntad de un marginado, oprimido social, un menesteroso víctima del sistema social donde vive.
5.- Una comunidad humana es degradada cuando se le da un mal trato para mantenerla envilecida, postrada, a merced de la gana de quien procura de diferentes formas vapulearla para hacerla sentir despreciada, como un subproducto social. Se busca empequeñecer a quien se le dona para mermar su condición personal.
6.- Es un cuadro sumamente penoso, un espectáculo deprimente el que presenciamos en nuestro país cada año con motivo de las fiestas navideñas, con la repartición a sectores pobres de la población, de cajas y fundas conteniendo artículos comestibles. Esto se convierte en un lastimar, lesionar a quienes procuran recibir las donaciones de raciones de comida.
7.- La desesperación de personas menesterosas, de todas las edades, por alcanzar una pequeña caja con comida, demuestra lo rebajado que están los pobres del país en la mente de muchos políticos del sistema que someten a infelices a humillaciones, a actos vergonzosos, a todas luces ultrajantes.
8.- Deshonra al ser humano, lo lleva al descrédito, constituye una bofetada a los indigentes de la sociedad, menospreciarlos impulsándolos a que desesperados corran detrás de un camión persiguiendo una caja de artículos para por un día saciar su hambre.
9.- A los pordioseros víctimas del sistema se les hiere su dignidad, amancilla su persona y se les quiebra su voluntad, desde el momento que para comer se les somete al escarnio, al menosprecio, a la mofa pública. El ser humano, si para subsistir tiene que decaer, desfigurarse, la vida le resulta un tormento, un padecimiento.
10.- A los necesitados de comida se les lleva pena, tristeza y total aflicción cuando se les da un trato de desprecio. Desde el momento que se busca generar alegría circunstancial a cambio de un pedazo de pan, se persigue perpetuar la mendicidad y que se desarrollen los desvalidos, los arrinconados sociales.
11.- No se logra alegrar a los hambrientos con la repartición humillante de las cajas navideñas, sino colocarlos en estado de postración para que se mantengan arrodillados, esperando que cada fin de año se les levante el ánimo a cambio de la humillación que llega con la fachada de ayuda humanitaria, asistencia social para socorrer por un día a los oprimidos, desamparados y abandonados de siempre.
II.- Lo que revelan las cajas navideñas
12.- La felicidad de los pueblos no se logra mediante el menosprecio, la subestimación ni el desdén; en semejante forma solo llegan a convertirse en indignos, y por desesperación caer en la rapiña, el pillaje, el saqueo de alimentos que toman como trofeo.
13.- Los asaltos a los camiones que transportan las cajas navideñas revelan, además de desmoralización, hambre, irritación y desesperación, también angustia, desasosiego, padecimiento. La miseria mantiene a amplios sectores de la sociedad dominicana inquietos, acongojados y dominados por la zozobra generada por el estado de miseria en que mal viven.
14.- Los tumultos que se forman alrededor de las canastas navideñas ponen al descubierto parte de las lacras del sistema predominante en el país, que condena a la pobreza, a la marginación social a una gran masa de dominicanos y dominicanas. Cada caja de Navidad es la expresión del ordenamiento económico dominicano que genera pobres, miserables, necesitados y mendigos por un lado y, por el otro, un grupito que vive en la opulencia.
15.- Una sociedad que condena al hambre y al oprobio, que aplasta, estruja, sojuzga y tiraniza, no resuelve nada con limosnas. Las dádivas no hacen otra cosa que poner en evidencia las penurias, la desgracia, la desventura de un amplio segmento social. Se simula piedad cuando se pretende cubrir el abandono social con aparente generosidad.
16.- Los pueblos no viven alegres cuando están condenados a vivir mal por una minoría insaciable que procura con cajitas en Navidad demostrar lástima, clemencia, caridad e indulgencia, mientras se aprovecha del sistema que por naturaleza es injusto, y practica la inclemencia. La avaricia y la cicatería son aliadas de la vileza, pero adversarias de la generosidad.
17.- Para los hombres y mujeres sensibles del país es algo desmoralizador, enervante, la utilización de las cajas navideñas con ribetes políticos porque hunde, desalienta, hace venir abajo el deseo de los oprimidos de llegar a ser dueños de su destino para nunca más andar detrás de dádivas condicionadas. En lugar de animar, las cajas navideñas entristecen porque demuestran prolongadas necesidades insatisfechas.
18.- Motiva indignación ver una señora de ochenta años de edad, corriendo
desesperada, fulminante, acelerada, detrás de un camión del Servicio Social de la Presidencia, tratando recibir una caja navideña. Ser testigo de semejante escena no es nada para reír ni enorgullecer; por el contrario, sirve para reflexionar en el sentido de que nuestro pueblo no puede continuar viviendo como hasta ahora, dependiendo para cenar en Navidad del alarde, la ostentación de indulgente, grandánime y noble que haga un dirigente político ligado con el sistema.
19.- Los repartos de las canastas navideñas y la desesperación por adquirirlas sirven para comprobar la fragilidad del sistema social bajo el cual vivimos, las lacras que genera y lesionan vivamente a lo que en verdad se llama pueblo; y la necesidad de cambiarlo por otro que sea humano, que no condene a la mendicidad a una gran mayoría de la población.
20.- Lo que demuestra la realidad de las cajas navideñas es la existencia de una incompatibilidad absoluta entre lo que el pueblo quiere y necesita, y de lo que dispone para satisfacer sus necesidades más perentorias, una de las cuales es comer. De ahí que la disconformidad, la disparidad entre hambre e imposibilidad de encontrarle solución, crea ansiedad, angustia que lleva al ser humano a la desesperación, que es la que expresan las masas hambrientas dominicanas una vez ven un camión con cajas navideñas que contiene comida.
21.- Grupos humanos deseosos de encontrar algo que llevar a su estómago, creen encontrar en una caja navideña la solución a su estado famélico. El apetito reprimido, el ayuno por carencia de alimentos, encuentra en cualquier bocado un manjar, la exquisitez esperada con angustia y angurria. Poco importa a un hambriento el contenido de una funda o caja con comida, lo que le interesa es trozo de pan para aliviar su hambre.
22.- Las cajas navideñas crean sensación en los amplios sectores de nuestro pueblo que pasan hambre, llevan excitación a los que no tienen esperanza de alimentos, emociona a los miles y miles de nuestros coterráneos que carecen de alimentos, les crea la percepción de que dentro de la caja navideña llegó su felicidad y que por tanto para ser feliz tienen que obtenerlas por cualquier vía, entregada voluntariamente o arrebatada.
III.- Aquellos que andan detrás de las cajas navideñas
23.- Lo que anda desesperado detrás de las cajas navideñas es todo el ejército de miserables, pordioseros, hambrientos, desvalidos y descamisados, que crea y fomenta el sistema social existente en nuestro país, el mismo que genera a los miles y miles que quedaron al intemperie con motivo de las continuas y recientes lluvias.
24.- El más mínimo fenómeno social o natural pone al descubierto, desnuda, le quita el barniz que cubre la hipocresía, la apariencia e injusticias del modelo económico existente, que es el mismo que hace posible que los hambrientos de aquí anden con frenesí detrás de una caja navideña.
25.- El infortunio, las calamidades, la miseria, los pesares y contratiempos que llevan encima los dominicanos y las dominicanas se leen con suma facilidad en sus rostros cuando llevan en sus manos las cajas navideñas que funcionan como símbolo de degradación, desprecio y pisoteada la dignidad humana.
26.- Detrás, persiguiendo las cajas navideñas van los que expresan los números de organismos internacionales que nos han dicho que la pobreza en el país es superior al promedio de los países de América Latina y el Caribe; la separación que hay entre crecimiento económico y equidad social; que los servicios sociales que aporta el Estado son insuficientes e inefectivos, y que uno de cada tres dominicanos vive por debajo de la línea de la pobreza.
27.- El reparto de las cajas navideñas y la desesperación de los hambrientos de nuestro pueblo por conseguirlas, pinta un cuadro claro de la sociedad actual que pretende desconocer la desproporción que hay entre opulencia y pobreza, abundancia y escasez, prosperidad y atraso, inopia y bienestar, así como la satisfacción de los que todo lo tienen y el desagrado, el agravio de los arruinados, descalabrados y atropellados.
28.- Es una lectura errada, interpretación limitada y trivial querer reducir la
desesperación de los hambrientos corriendo por alcanzar una caja navideña, a una simple demostración politiquera de aparente generosidad de parte del repartidor, y no explicar la razón por la cual los pobres de aquí se enloquecen, perturban y desvarían hasta perder la cabeza, una vez asoma un camión con cajas y fundas de Navidad.
29.- La miseria en que vive una gran mayoría del pueblo dominicano, lo lleva a comportarse convulso, excitado, cuando se le presenta la oportunidad de mitigar el hambre que sufre. Paliar, aliviar aunque sea momentáneamente su ansia de comida, lleva a los que sufren hambre a ver en las cajas navideñas un alivio y hasta una aparente solución a su necesidad de comer.
30.- Debemos olvidarnos de las cajas navideñas, y luchar a los fines de que los pobres dominicanos no sigan formando parte de los 2,000 millones de personas que sufren de carencias de micro nutrientes, de los 161 millones de menores de cinco años que tienen retardo en el crecimiento, y de los 795 millones de niños que no consumen alimentos suficientes para una vida saludable.