Haciendo un símil con las cabañuelas que forman parte de la tradición dominicana, sobre todo entre los agricultores para predecir cómo será el tiempo y las lluvias durante el año, los primeros 12 días del año que recién inicia serían una muestra de lo que sucederá a lo largo del mismo, y deberíamos como sociedad ser capaces de comprender estas señales y actuar en consecuencia.
Las noticias nos hablan entre otras cosas, de la preocupante inseguridad y falta de valoración de las vidas, con hechos tan deleznables como el asesinato de una joven profesora embarazada para robarle un celular, de graves denuncias de la irresponsable forma en que actúan funcionarios del Estado, que suscriben contratos onerosos, con supuestas empresas manejadas por su círculo de amigos, en total opacidad y violación a la ley, de gran desconfianza en un poder judicial que celebró su día en medio de la mayor crisis que ha vivido recientemente, como consecuencia de que los intereses políticos partidarios han cercenado su independencia.
Al mismo tiempo en un año electoral, las noticias nos hablan de que el presidente candidato autocalifica su gobierno como el más limpio, en medio de escándalos de corrupción y de la enorme frustración ciudadana por la grosera impunidad; en el que se siguen reproduciendo los mismos perniciosos modelos de candidatos designados a dedo y alianzas que solo tienen como objetivo repartir los cargos públicos ante la deliberada falta de aprobación de una ley de partidos políticos, mientras cada vez se siente más la inequidad reinante entre los candidatos oficiales y los demás, y se acrecienta la duda de si las aprobaciones de partidos y las contribuciones económicas correspondientes son manejadas a conveniencia.
Aunque parecería una paradoja en un año electoral como el actual, la mayor aspiración que deberíamos tener es que haya menos política y más racionalidad, para que las acciones de nuestras autoridades no estén guiadas por los intereses políticos particulares, como penosamente es en su generalidad, sino por lo que verdaderamente es conveniente para la nación, y de no ser así, sufran las consecuencias.
Así podríamos evitar, si la sociedad toma conciencia y lo exige, que cuando se convoque el Consejo Nacional de la Magistratura para designar los nuevos miembros del Tribunal Superior Electoral y la JCE cuyo mandato expirará el 16 de agosto de 2016 y se reemplacen los miembros que llegaron el pasado año a su edad de retiro en la Suprema Corte y el Tribunal Constitucional, el presidente de la República y de dicho Consejo tenga claro que no se trata de sustituir las personas amigas de su antecesor, su partido y los aliados del mismo por otros “amigos” suyos, sino de designar a quienes por su trayectoria, conocimientos y experiencia no dejen dudas de que actuarán conforme a sus criterios y en total independencia de los demás poderes del Estado.
La crisis que vive Venezuela, con un presidente que a través de su manejo del poder judicial busca desesperadamente invalidar las acciones de un poder legislativo, que producto de la decisión soberana de los electores hoy está mayoritariamente en manos de la oposición, retrata de manera patética cuán peligrosa puede ser esta falta de independencia.
Ojalá que estas cabañuelas nos hagan darnos cuenta de que gran parte de los males que nos afectan y las amenazas que nos acechan se podrían, sino evitar, mitigar, haciendo que los intereses que primen sean los de la nación y no los de aquellos malos políticos que hoy se reparten sus frutos, y mañana como carroñas acabarán con sus despojos.