Las amígdalas son pequeñas masas, extensiones de tejido linfoide, que tienen muchos mamíferos detrás de la garganta. En los humanos este término se usa para describir el grupo de estos tres tejidos linfáticos esponjosos: las amígdalas linguales, las amígdalas faríngeas y las más conocidas: las amígdalas palatinas, llamadas también “tonsilas”. Las amígdalas palatinas son dos cuerpos ovalados que cuelgan de la parte posterior de la garganta, a cada lado del istmo de las fauces, a la entrada de la orofaringe, entre los pilares del velo del paladar, y que usted puede verse si abre completamente la boca. En lenguaje coloquial algunos llamaban a las amígdalas con la palabra “anginas”, que más bien aplicaban a las amígdalas infectadas e inflamadas: amigdalitis o tonsilitis.
Las amígdalas faríngeas son también conocidas como “adenoides”. Estas están escondidas, colocadas detrás de la cavidad nasal, y por encima del techo de la boca. Las amígdalas palatinas, pero especialmente las adenoides, tienden a atrofiarse hacia la edad de cinco años y a desaparecer en el adulto.
Finalmente, el tercer grupo, las amígdalas linguales, se encuentran detrás de la lengua, hacia su base o raíz, y usted podría observarlas si saca bien la lengua, éstas están generalmente cubiertas por glándulas mucosas que las protegen de la infección.
El conjunto de los tres tipos de amígdalas se conocen como el “anillo de Waldeyer”. Aunque el papel principal de las amígdalas palatinas no es aun bien conocido, se sabe que producen anticuerpos, y además, por su posición saliente en la garganta, se consideran la primera línea de defensa contra cualquier riesgo potencial de infección en el tracto respiratorio y el digestivo.