Parece que la estrategia que han decidido seguir quienes han utilizado posiciones políticas para enriquecerse es la de convertir a los portavoces de la opinión pública en tribunales de justicia. Es la estrategia del hartazgo por sobreexposición. Cada día se destapa un caso nuevo.
Nuria Piera, semana tras semana, trae el rosario de descaros de los ladrones metidos a político. A las dos o tres semanas ya todo está olvidado, huele a viejo o aburre. De esa forma el Ministerio Público y los tribunales ad hoc, puestos ahí por políticos inescrupulosos y muy habilidosos, tienen las vías abiertas para dar largas a los asuntos y luego salir con un “no ha lugar”.
Otra estrategia es la de abrirse expedientes flojos a través de testaferros para que sean descargados por falta de pruebas, así pueden alegar luego el non bis in ídem, o sea la impunidad más descarada, inmoral y que toma al ciudadano por idiota.
Por estas razones es que han surgido los “juicios populares”, por la desgraciada convicción de que un delincuente de cuello blanco ha envenenado casi todas las instituciones del Estado dominicano. Por ello hay que administrar justicia en los parques o en los pocos medios de comunicación que permiten la disidencia al estado de cosas impuesto por la corrupción más dañina que ha surgido en nuestro país en los últimos tiempos; la corrupción de todo el Estado.
Se habla de corrupción o de casos individuales según nuestros prejuicios individuales. Se dilucidan hechos sin los criterios profesionales que debe tener cualquier juicio a hechos punibles penalmente.
Esta aberración hace que cada vez más caigamos en el pozo sin fondo de la destrucción del Estado de Derecho, de que el adjetivo “Estado fallido” no sea un temor, sino una realidad.
Sólo basta ver las parodias de las barras de defensa, el Ministerio Público y los jueces en cualquiera de los pocos casos en curso, incluidos los de los líos intra partidos, para darnos cuenta de nuestra triste realidad, y peor futuro.
La raíz del problema que afecta a nuestra sociedad en su conjunto ha de tener una causa eficiente en la tipología del individuo predominante en nuestra sociedad; es el avivato, el delincuente metido a político.
Esa lacra que hoy vemos pavonearse en restaurantes, clubes sociales o aeropuertos es la lacra a extirpar. Que esa lacra sepa en público que ya estamos hartos. Hagámosle el buuu que se merece, públicamente y en su cara.