Lástima que personas jóvenes en posición para construir un legado de servicio a la sociedad que inspire a presentes y futuras generaciones, se corrompan, seducidas por la ambición mercurial. La mala conducta de la jueza Awilda Reyes, amén de las preocupaciones que levanta sobre el estado de la justicia dominicana, es en general una muestra de nuestro fallo en apuntalar los valores morales imprescindibles para una nación funcionar con un mínimo de organización y civilidad. Por fortuna, en contraparte,  existen servidores públicos con la integridad del procurador Francisco Domínguez Brito. Ojalá consiga impulsar un sacudimiento positivo para el sistema de justicia, que empieza en una adecuada consciencia entre todos sus representantes sobre la naturaleza patriótica y comprometida de su rol. 

Cuarenta y dos reenvíos de una causa por asesinato es una anormalidad tremenda, para quebrar la confianza de cualquier sociedad en el sistema de justicia. Acostumbrados a que todo funcione mal desde el Estado, en el país hemos perdido la capacidad de asombro frente a la reiterada ineptitud de los estamentos públicos para jugar su rol. Hay momentos en que la evidencia de la profundidad del deterioro institucional hace estremecer. A los familiares de Claudio Francisco Caamaño, asesinado en 2012, solidaridad por el doble dolor de su pérdida más el trance padecido a lo largo de tres años, pretendiendo justicia. Y “gracias”, por denunciar una clase de situación que, vergonzosamente, se torna la constante en nuestra justicia l