Aunque el calor del eterno verano isleño se hacía presente desde horas tempranas de la tarde, la oscuridad de la noche mostraba un encanto misterioso, que perdió protagonismo cuando el cantautor Dominicano Juan Luis Guerra salió de una cabina telefónica azul, causando furor entre los miles de asistentes emocionados que lo esperaban.
Pasadas las ocho de la noche el público se acomodaba en sus asientos, mientras Jean Guerra, el hijo del cantautor, trabajaba en los detalles de la producción. La Banda 440 también hacía lo suyo: sincronizando el sonido y calentando la pista.
Habían pasado 15 años que la luminaria dominicana no pisaba el Anfiteatro Altos de
Chavón, y esta vez lo hizo por varios motivos especiales: pro beneficio de la Fundación Juan Luis Guerra y para aperturar su gira de conciertos “Todo tiene su hora”, un tour que continuará su curso en diferentes ciudades europeas.
No fue necesario que el escenario, compuesto por tres pantallas gigantes, una cabina telefónica y la agrupación 440 fuese complejo, más que sencillo era digno de un artista de la categoría de un Juan Luis que roba el aliento de los asistentes y el protagonismo de cualquier escenografía que pise.
Mientras el ganador de múltiples premios Grammy abría la noche con su éxito “Cookie & Cream”, o simplemente daba paso a “La Bilirrubina” u “Ojalá que llueva café en el campo”, el público lo ovacionó y empezó a disfrutar su concierto de pie.
Por un momento detuvo sus interpretaciones y se dirigió a las parejas que viven su boda de plata. “Tengo un matrimonio de 30 años. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, vamos a cuidarlas como cuidamos a nuestros cuerpos”. Y a propósito de su recomendación, les dedicó la canción “Mi bendición”.
Salsa, merengue, bachata y otros géneros tropicales contemplaron la propuesta en escena, donde no faltó el sonido de la güira y la tambora, donde Colombia, Haití, Argentina, Chile o Ecuador,con la presencia de sus ciudadanos, eran lo mismo y estaban unidos mediante el hilo conductor de una sola voz.
Piezas claves
Como era de esperarse, “El costo de la vida”, 1992; “El Niágara en bicicleta”, 1998, y “Visa para un sueño”, 2002, formaron parte esencial del exquisito repertorio clásico interpretado por el maestro. La emoción y el sentimiento de los asistentes, que cantaron a todo pulmón cada estrofa de la trilogía de canciones que aborda los efectos del capitalismo, la negligencia del sistema de salud pública y la difícil tarea de conseguir el sueño americano, se dejaron sentir en el espectáculo.
Un repertorio conocido al dedillo
Sin duda alguna, el público dominó al dedillo el repertorio del artista. Sin importar a qué generación pertenecieran los temas musicales, “La llave de mi corazón”, una canción que le dio la vuelta al mundo, fue tan tarareada como “Dime Nora Mía”, “Mil razones para amarte” o “Carta de amor”. Uno de los momentos más dinámicos de la noche fue cuando se interpretó “Capitán”, el nuevo merengue incluido en su última producción “Todo tiene su hora.”