Los genios siempre están envueltos en un halo de romanticismo y misterio. Es que la mayoría de ellos son raros, a veces son un poco sociópatas. En pintura, música o escultura las características de genialidad y habilidad parecería que van pareja, pero no necesariamente es así. Hay pintores muy habilidosos que no llegan a ser considerados genios; sin embargo, hay otros que son geniales y parecen tener pocas habilidades en el oficio; pero unas simples manchas dan ese toque que todos buscan y quieren. Con Cestero no se observan grandes alardes en sus pinturas, pues se ven sencillos e incluso ingenuos, pero la fuerza y la tensión psicológica que siempre desprenden inquietan al espectador. Tiene cuadros religiosos irreverentes y tachados por muchos de obscenos, como el “Cristo según Goya del 2010”, y ha pintado imágenes literarias descontextualizadas, traducidas al color y a la atmósfera del Caribe. Muchos le reclaman que él debería “darse a respetar” y con ello lo que dicen que él debería vender más caro, como si el respeto fuera un problema de precios. Cestero se ríe, porque sabe que él no confunde valor y precio, como quienes le exigen “darse a respetar”.
En las sociedades uniformadas los individuos que son singulares son los que no encajan o no quieren encajar en uniformes o camisas de fuerza. Sin embargo esos son los que la historia luego reconoce como los símbolos, los modelos que inspiraron los cambios que necesitaban la sociedad. Los que utilizaron el arte para transformar mentalidades estancadas. A veces es fácil identificarlos, son los excéntricos, los marginales, el dandi, los nerds, o “la perdida” de la familia.
En el caso de José Cestero se dan casi todos los estereotipos; es un pintor muy habilidoso; domina el oficio a la perfección, y cuando se le ve dar una pincelada uno sabe que está viendo a un genio, a alguien superdotado que transmuta el lienzo o el papel en una nueva dimensión con apenas unos trazos. Cualquier dibujito de Cestero impresiona y deja la sensación de que tienes algo valioso en las manos. También Cestero habla de lo que nadie habla, sobre todo si hay luna nueva. Obliga a entrar a otros discursos, a pensar en otras realidades posibles.
En definitiva, estamos viendo el mejor Cestero andar todos los días por la calle El Conde. Su imagen es atrayente, cautivadora y con aura de genio. Y no es pose, es que es así. Cestero es un personaje más de su propio mundo iconográfico. Pero no hay forma de que los jurados de premios oficiales le den un primer lugar, tan merecido y tan necesario en estos momentos de su vida.