A raíz de la muerte de García Márquez vuelve a revolotear el realismo mágico. Esa forma de expresión tan caribeña. Realismo mágico o lo real maravilloso que Uslar Pietri, a la vista de la obra de Carpentier, lo definió como “consideración del hombre como misterio en un mundo real, palpable”. Miro la obra de Jorge Severino y veo todo eso.
Gran parte de la iconografía y situaciones que vemos en la obra de Severino son recreaciones de un “álbum de fotos” que encontró cierta vez. Un álbum de fotos con anotaciones al margen de una familia rica “…con la tía Clotilde en París” o “El tío Roque en el museo del Prado de Madrid”. Ese mundo de ensoñaciones y pretensiones sociales que aparecían en el álbum de fotos encontrado Severino lo fue transformando; en el mundo de Jorge Severino.
La fascinación por Klimt, Alphonse Mucha, Carpentier y el juego con las intuiciones surrealistas le han dado forma. La creación de un mundo real o imaginario que podría ser lo irreal con aspecto de realidad. Mujeres en la que todo es lujo, calma y voluptuosidad. Es el sentido de sorpresa frente a lo usual y esperado, o ante un fenómeno probable que en otro sería la aburrida cotidianidad; pero que en Severino toma trascendencia estética al recrearlo con las herramientas plásticas con que está dotado. Es la deliberada manipulación de la realidad por la percepción del artista. Esos dos elementos, percepción y manipulación transformadora, son bases importantes de su obra.
El álbum de foto encontrado le encendió la chispa para ver las fantasías sociales de las clases media y alta caribeñas. Lo asoció con los delirios de grandeza de Henry Christophe, Henry I de Haití, y su locura de construir “La Citadelle”. Un cuadro especialmente bello y evocador donde Severino plasma magistralmente esa locura caribeña es “Adiós a Sans Souci”. Ahí vemos el rostro alucinado de Christophe y su mujer momentos antes de perder su Citadelle. Transmite la sensación del fin de la locura, de la irrealidad, del endiosamiento pasajero.
Cuenta Severino que cuando mostró por primera vez sus cuadros a un crítico de arte, a don Pedro Contín Aybar, éste le dijo: “Me gustan, pero los diez están pintados en seis estilos diferentes”, y que a él le dio mucha vergüenza esa observación porque para ese entonces era muy joven y Contín Aybar muy reputado. Pero ahora, Severino no tiene seis estilos diferentes, ahora tiene miles de mundos y de posibilidades para el espectador inteligente. Sus obras son puertas a mundos mágicos narrados y pintados con maestría, con la pericia que da los muchos años de labor y amor al oficio.