No se ve muy a menudo este caso del agente libre de la NBA, DeAndre Jordan. En una liga donde las palabras son como las de los galleros, Jordan tiene a todos en vilo. Sucede que hace unos días se comprometió a firmar con los Mavericks de Dallas, dejando a un lado sus Clippers de Los Ángeles. Pero ninguno de estos contratos verbales, de acuerdo con las reglas de la NBA, podía hacerse oficial hasta hoy. Todavía tarde en la noche, los Clippers buscan que Jordan echara para atrás su unión ‘palabreada’ con los Mavericks.
No recuerdo un caso como este. Siempre la palabra ha tenido un peso específico en la NBA y también en otros deportes profesionales en Estados Unidos. La cuestión es que eso no debe suceder, pienso, y, si sucede, creo que la liga tomará carta en el asunto, ya sea con este caso o a posterior.
En todo esto también hay un asunto de ética profesional. Si finalmente se llega a consumar todo el entramado de los Clippers, que llevan la ventaja por ser el equipo del jugador, Jordan habrá hecho acción antiética. Pero no sólo él, también los Clippers actuarán de mala fe y muy lejos de los parámetros éticos que reinan entren las franquicias y ejecutivos de la NBA.
En esta misma agencia libre, desde el primero de este mes, se han palabreado más contratos que nunca, pero sólo con Jordan, que además deja ver que es una persona insegura, se ha dado este caso. El miedo con eso es: okey, primero Jordan y después ¿quién? Esperemos que nadie. Esperemos que ni Jordan.