Cada cierto tiempo surge una declaración que convulsiona la paz de los fanáticos del baloncesto de la NBA. Las comparaciones nunca duermen. Que si Jordan o Kobe, que si Kobe o LeBron, que si LeBron o Jordan. Por más repetitivas que suelan ser, siempre sustraen la atención de los seguidores de la NBA.
La realidad es que en mis años de ejercicio nunca he visto a un aficionado ser convencido por otro sobre un tema de esta estirpe. Tampoco he sido testigo de ver o escuchar a un cronista deportivo convencer a un fanático por más reforzado que presente su argumento. Es como si antagonizar sea propiamente algo inherente a los deportes, algo así como un matrimonio sin divorcio.
Hace unos días a Michael Jordan le preguntaron que si él le ganaba un partido uno contra uno a LeBron James. “No hay dudas”, respondió con candor.
Eso, que no es la primera vez que Jordan lo dice, una vez más encendió la chispa de la pasión que todo aficionado lleva consigo. Al que le gusta Jordan, simplemente, defiende a Jordan, sin importar los brillantes méritos de LeBron. Aquel que prefiere a LeBron sobre Jordan siempre defenderá la innegable grandeza del jugador de Cleveland, echando por la borda la histórica impronta de Jordan.
Al final, siempre se tratará de un asunto de preferencia. Jamás, si no es que la ciencia algún día se atreva, vamos a poder saber quién le ganaba a quién. Jamás. Kevin Durant sí puede jugar un uno contra uno frente a LeBron James. Jordan no. Nos queda solo hacer suposiciones tras suposiciones y divertirnos en el proceso, porque no veo como alguien pueda convencer a otro, máxime cuando prácticamente se ha dicho todo y no hay mucho que aportar para enriquecer el tema. Esto, por lo tanto, que se ha discutido.
El propio Jordan, sin embargo, se auto descalificó, durante la misma sesión de preguntas y respuestas, cuando respondió sobre quién ganaría un duelo entre el equipo legendario de los Lakers y el equipo legendario de los Bulls. “Es un debate. Lo que pasa es que nunca sabríamos. Ustedes deciden. Es sólo un debate”, afirmó.
Mejor de ahí: se daña.