Recuerdo perfectamente, hacen ya ocho años, en mayo de 2007, el entonces presidente Leonel Fernández propuso sin éxito a su colega de Uruguay la celebración en Santo Domingo de un foro para analizar la llamada izquierda latinoamericana. Cuando se publicó la iniciativa escribí en este mismo espacio: ¿Qué es hoy en día ser izquierdista? ¿Se considera el señor Fernández un hombre de izquierda?
Lo que se insiste todavía en llamar la “nueva izquierda latinoamericana”, la representada por líderes como Hugo Chávez y su sucesor Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Evo Morales y Rafael Correa, no es más que el resabio de un profundo sentimiento ultra nacionalista y una expresión inequívoca de anti-norteamericano, fomentada por un viejo y arraigado disgusto contra políticas imperiales de Estados Unidos. No puede definirse el concepto de izquierdismo únicamente por sentimientos de esa naturaleza, sin tomar en cuenta la visión que se tenga de la problemática social.
Si llegara a celebrarse una reunión con esos fines, ¿qué se ganaría con ello? ¿Qué luz arrojaría sobre la intensa oscuridad de los problemas que agobian a todos nuestros países? ¿Vender acaso la idea de que esa fauna de la derecha política puede ser reivindicada por una presumible militancia de izquierda? Lo cierto es que ninguna de las propuestas de esos dirigentes ha significado un paso de avance hacia la solución de los graves conflictos sociales de sus respectivos países y que, por el contrario, sus políticas populistas sólo han contribuido a profundizarlos.
¿Acaso se pretende que Chávez o Maduro, fascistas de pura cepa sin el talento de Benito Mussolini, han sido dirigentes de izquierda? ¿Qué hizo Ortega por los pobres de su país que no fuera adueñarse de viviendas?
Y Fernández ¿lo es acaso? ¿Por qué entonces usó tanto su fuerte mano derecha para perpetuar las graves desigualdades sociales de la nación?