El reto más grande que tiene el fisco en lo inmediato es mejorar la calidad del gasto y moderar su crecimiento para contribuir a hacer sostenibles las finanzas públicas y evitar el agravamiento del problema de la deuda.
Lo que hace el Estado con los recursos es lo que, en esencia, lo define. Por eso urge dar pasos agresivos para quitarle recursos al odioso barrilito, cerrar instituciones inoperantes, eliminar subsidios y transferencias improductivas, y eliminar personal que no rinde un servicio, para gastar donde se debe como en seguridad social y servicios de salud de calidad, pensiones dignas, seguridad pública y justicia, vivienda y hábitat, agua potable, agricultura y desarrollo rural, e infraestructura pública.
Mientras esos gastos improductivos se sostengan, el Estado no hará lo que está obligado a hacer, el problema de la deuda crecerá y caminaremos hacia una crisis fiscal que, de una u otra forma, terminarían pagando los más pobres con menos servicios públicos, menos trabajo y oportunidades, alta inflación o una combinación de las anteriores.
Pero también hay retos enormes por el lado de los ingresos. La forma en que el Estado se financia depende de los tipos de impuestos que prevalezcan, y éstos a su vez, definen tres cosas importantes. Primero, qué tan grande y tan sostenible es ese financiamiento. Segundo, qué tanto sacrifica la producción y cuánta ineficiencia genera. Y tercero, quiénes cargan más pesado y quiénes menos. De allí que el objetivo de la tributación sea lograr un adecuado financiamiento estatal, asegurando que lastime lo menos posible la producción y el empleo, y que distribuya la carga tributaria de la forma más equitativa posible.
Pero ¿qué significa equidad tributaria? Dos cosas. Primero, que quienes más tienen o ganan soporten una carga mayor que quienes menos tienen. Segundo, que entre empresas, actividades y personas similares, la carga sea relativamente similar.
Y en este último aspecto hay que decir que el Estado dominicano y quienes han tomado decisiones en nombre de la gente han hecho un pésimo trabajo. La evidencia disponible apunta a que el sistema tributario dominicano es muy inequitativo. Esto quiere decir que la carga tributaria no se incrementa equitativamente con el incremento de la riqueza y del ingreso por lo que los pobres terminan teniendo una carga más elevada de la que deberían tener y los ricos una menos elevada. También quiere decir que el tratamiento tributario es muy diferenciado entre personas y empresas similares.
De hecho, el sistema tributario se ha hecho más regresivo, es decir, ha venido descansando cada vez más en los impuestos que pagan los estratos socio-económicos medios y bajos, y menos en los que pagan los más ricos. Por ejemplo, en promedio entre 2011 y 2013, el 58% de todas las recaudaciones impositivas fue producto de los impuestos sobre las mercancías y servicios. Esto fue un 50% más que entre 2000 y 2002. Este tipo de impuesto tiene una fuerte vocación regresiva.
Es cierto que los impuestos sobre los ingresos y el patrimonio, que tienen una vocación a gravar más a los más ricos, también han incrementado su peso en las recaudaciones totales. Pasaron desde cerca de 27% hasta 35%. Pero ese crecimiento fue de 25%, la mitad de lo que lo hicieron los impuestos que tienden a gravar a los pobres y la clase media. En el caso de los impuestos al patrimonio, que gravan la tendencia de vehículos, casas y riqueza financiera, los ingresos que generó entre 2011 y 2013 apenas representaron un 6% de los ingresos totales.
En contraste, en los países de mayor ingreso, los impuestos sobre la renta y el patrimonio (directos) explican más del 40% de los ingresos totales, mientras que los impuestos sobre mercancías (indirectos) explicaron cerca del 30%.
Todo lo anterior apunta a que se grava insuficientemente la riqueza, las rentas y a los más ricos. Y esto se debe a que para ellos hay muchas exenciones, a que tienen capacidad para evadir y eludir, y a que el aparato tributario no pone suficiente empeño y tiene poca capacidad para ir detrás de esas rentas.
De fondo está que el Estado no ha asumido con suficiente responsabilidad y coraje la tarea de lograr justicia tributaria. Para un pacto fiscal equitativo, vencer el poder que resiste avanzar en esa dirección es una tarea ineludible.