La impunidad es una de las causas eficientes que más generan delito. Para una persona que planifica, o ve la posibilidad de cometer un hecho ilícito para obtener beneficios, saber que se tiene muchas posibilidades de que no le pasará nada o que sólo tendrá una amonestación moral sin repercusiones sociales más allá de dos o tres titulares de periódicos, es una tentación demasiado grande.
La frase “si me aportan las pruebas yo los meteré presos”, que acostumbran decir los políticos en el poder, parece ser la palabra mágica que esperan oír los delincuentes convertidos en políticos para “darle pa`lante” a sus ambiciones de riqueza rápida y trepar socialmente. Pero todos sabemos que no se encontrará en documentos o testimonios, sino en el carácter social y político del caso. La prueba que quedará será que el hecho se consumó y que el culpable conocido se reirá de todo y de todos.
Hallar culpables no es tan fácil, quizás etiquetar como responsables o chivos expiatorios sea más cómodo para quienes quieren saciar exigencias populares o políticas; pero hallar las verdaderas causas que motivaron delitos muchas veces no es lo que interesa a quienes han participado directamente por acción u omisión. Porque hallar un culpable implica identificar las causas y motivos del hecho, y muchas veces esas causas y motivos han sido generados por quien o quienes deben juzgar. Y aquí entra en juego la práctica de la política en nuestro país.
La política como espectáculo, sustituye no sólo la reflexión ética, sino la concepción misma de la realidad. Los responsables de la corrupción y de la crisis bancaria en este y en anteriores gobiernos, no sólo han quedado impunes, sino que han sido sus principales beneficiados. Miles de millones para unos grupos que utilizan la regulación y los políticos para saquear; mientras, los trabajadores, los desempleados, las familias ven recortados sus ingresos, sus servicios públicos, sus derechos y, sobre todo, sus esperanzas.
El problema es la impunidad. Parece un chiste: un tipo buscado por la Interpol, identificable por todos, y pedido en extradición por narcotráfico, imprime carteles de apoyo electoral a un candidato dejando su número de teléfono y su dirección electrónica. Sonriente, probablemente mejorado por el photoshop. Es el retrato de un narco, dice la Policía ahora, y es el retrato de una sociedad; pero es más: es el retrato de la impunidad.
¿Cuántas veces dijo el actual Presidente, cuando estaba en campaña, que perseguiría la corrupción? ¿Cuántas veces lo están diciendo los que aspiran ahora? Hacer lo que nunca se ha hecho y, un mejor país para todos sería borrar la impunidad para siempre. Pero eso es sonar.