Lo de la posible impunidad en el caso de los Tucanos, de la Sun Land, o de la aduana de Santiago, ciudad sin puerto ni frontera, pero con aduanas sin controles, es el reconocimiento al “hacer lo que siempre se ha hecho”, la impunidad ante el delito de políticos.
La impunidad es una de las causas eficientes que más genera delitos. Para alguien que planifica, o ve la posibilidad de cometer un hecho ilícito para obtener beneficios, saber que tiene muchas posibilidades de que no le pasará nada o que sólo tendrá una amonestación moral, sin repercusiones sociales más allá de dos o tres titulares de periódicos, es una tentación demasiado grande.
La frase “si me aportan las pruebas yo los meteré presos”, que acostumbran decir los políticos en el poder, parece ser la palabra mágica que esperan oír los delincuentes metidos a políticos para “darle pa`lante” a sus ambiciones de riqueza rápida. Pero sabemos que no se encontrará la prueba en documentos o testimonios, sino en el carácter político del caso. La prueba que quedará será que el hecho se consumó y que el culpable conocido se reirá de todo y de todos.
Hallar culpables no es tan fácil, quizás etiquetar a algún chivo expiatorio sea más cómodo para quienes quieren callar exigencias populares; pero hallar las verdaderas causas del delito muchas veces no es lo que interesa a quienes han participado directamente por acción u omisión. Porque hallar un culpable implica identificar las causas y motivos del hecho, y esas causas y motivos han sido generados por quien o quienes deben investigar y/o juzgar. Es la praxis, como decían los izquierdistas, de la política en nuestro país.
La polítiquería como trampolín social sustituyendo no sólo la reflexión ética, sino la concepción misma de la realidad. Los responsables de la corrupción, o de los “déficits presupuestarios”, en este y en anteriores gobiernos, no sólo han quedado impunes, sino que han sido sus únicos beneficiados. Miles de millones para unos grupos que utilizan el poder y las instituciones oficiales para saquear; mientras, los trabajadores, los desempleados, las familias ven recortados sus ingresos, sus servicios públicos, sus derechos y, sobre todo, sus esperanzas.
El problema es la impunidad. Hace poco, un tipo buscado por la Interpol, identificable por todos, y pedido en extradición por narcotráfico, imprimió carteles de apoyo electoral a un candidato, dejando su número de teléfono, su foto y su dirección electrónica en el afiche, sonriente, probablemente mejorado por el photoshop. Es el retrato de un narco, dijo la Policía cuando el narco cayó en desgracia. Pero ese es el retrato de la impunidad; y es el retrato de una sociedad.