En la reciente visita del Fondo Monetario Internacional una de las recomendaciones de éste fue aumentar la presión tributaria, que ha sido siempre una discusión, porque hemos entendido que los números que se presentan no toman en cuenta a los sectores informales y que, aun cuando evaden un importante porcentaje de impuestos, los mecanismos cruzados y la eficiencia de la DGII han logrado recuperar algo de esos sectores que funcionan a espaldas de un aporte real al fisco.
De acuerdo al último informe del II Congreso de la Industria Dominicana, el empleo formal ha experimentado un ligero crecimiento, al pasar del 43% en el 2012 al 43.7% en el 2013, pero sin duda sigue siendo bajo, pues más de la mitad de la población empleada no paga impuestos, ni contribuye con la seguridad social ni con el régimen de pensiones. Con esto tendremos un problema adicional: cuando llegue la edad de retiro de esta parte de nuestra población, su situación económica será muy difícil y de alguna manera representarán una carga para el Estado.
En un artículo, el economista Andrés Dauhjare hijo decía en este mismo periódico y con razón “que los impuestos deben ser directos, progresivos y de fácil recaudación”. Es imperdonable que por nuestras avenidas circulen vehículos de altos precios pagando tasas impositivas bajas, mientras a la población de clase media se le cobra prácticamente lo mismo por un vehículo utilitario, que lo necesita frente a la ausencia de un transporte colectivo eficiente.
Pero así como estoy de acuerdo con que se debe aplicar el Impuesto de Circulación Vehicular (ICV), que grava a los que pueden darse el lujo de pagar altas sumas de dinero por un vehículo, es necesario tomar una serie de medidas para que el aumento de la presión tributaria no se escape en otros lujos que no pagan impuestos.
Resulta un contra sentido que en un país pobre, donde todos estamos de acuerdo en gravar la riqueza, el gobierno se dé el lujo de que sus funcionarios circulen precisamente en los vehículos que gravaríamos con el ICV, pero sin pagar nada. Recuerdo que en la toma de posesión del Presidente Medina una de sus promesas fue que se venderían esos vehículos de lujo. Es cierto que se vendieron, pero para sustituirlos por las mismas marcas nuevas, porque para muchos funcionarios constituye una especie de ofensa utilizar el vehículo del anterior, aun cuando se encuentre en perfecto estado de uso. Aquí cabría bien el dicho popular “a lo que nada nos cuesta hagámosle fiesta”
Otras aberraciones que en algún momento tendremos que corregir son las dos exoneraciones que reciben nuestros legisladores, que luego venden para que otros se beneficien con la importación de vehículos que se ven en pocos países. Por igual, nunca he entendido las exoneraciones a peloteros que ganan más dinero que el 99% de los empresarios más acaudalados y luego vienen al país con varios vehículos libres de impuestos. Todo esto va en contra de la presión tributaria, que luego hay que aumentar, perjudicando a la clase media o, peor aún, subiendo el ITBIS a productos demandados por los más necesitados.
Volviendo al tema de los impuestos directos y progresivos, propondría una reducción del ITBIS y que, por otra vía, se aplique el impuesto a la propiedad a las miles de segundas residencias que hay en los polos turísticos y que hoy no pagan nada. Sería una forma justa de redistribución del ingreso a favor de los que menos tienen y crearía un efecto multiplicador positivo porque los convertiría en consumidores que aumentarían las ventas, la producción y el empleo y, por supuesto, reduciríamos la enorme brecha entre los que poseen mucho y los que nada tienen.
El presidente de Uruguay, José Mujica, decía: “No es posible seguir el modelo de despilfarro, que la economía de mercado ha deparado en sociedad de mercado y que la globalización nos gobierna a nosotros y que es imposible hablar de solidaridad cuando la competencia es despiadada. El hombre no gobierna hoy sino las fuerzas que ha desatado”. Bien dice que no podemos volver a las cavernas, pero que debemos gobernar el mercado y conformarnos con menos. Mujica habla con la autoridad de una persona que vive con poco.
Cuando Pepe Mujica dice que debemos de revisar la forma de vivir y que el desarrollo debe ser a favor de la felicidad y no en contra de ésta, viene precisamente al fondo de este artículo. ¿Necesitamos vehículos de lujo?, ¿no podemos volver a la sencillez de hace algunos años? ¿No podemos trasladarnos en vehículos más baratos? La presión tributaria nunca será suficiente sin un cambio de modelo del despilfarro, que no es solo típico del gobierno, sino también del sector privado, con la diferencia que uno lo hace con su dinero, y a riesgo de quebrar su propia empresa, mientras el otro lo hace con los impuestos de la sociedad y a riesgo de quebrar el país.
No hay dinero para medicinas en los hospitales, no hay dinero para mejorar las condiciones de los empleados, pero sí existe abundancia de dinero para un lujo innecesario. Que nos sirva de reflexión: “El lujo y el ahorro:”
El artículo de Dahuajre hijo y las palabras del presidente Mujica deben ser un punto de partida para cambiar muchas cosas que nos harán ser, sin dudas, una sociedad mejor y más justa.