Santiago.-La Iglesia Católica llamó a tener cuidado con alimentar la llama de la discordia y advierte que no es hora de atizar discordias sino de buscar soluciones al problema con relación a la veda de pollo y huevo.
Dice que con la violencia en todas sus manifestaciones pierden todos, por lo que propone buscar el entendimiento.
Entiende que frente a los desacuerdos y desavenencias tiene que imperar la cordura y la sensatez. La Iglesia lamenta que en ambos lados de la frontera hay grupos promoviendo un nacionalismo que asusta, que se alimenta el odio y el rechazo, y esto es peligroso.
Recordemos que compartimos un mismo territorio y que solo entendiéndonos podremos avanzar. Atrás las provocaciones”, apunta el semanario Camino.
Indica que es obvio que algunos funcionarios haitianos actúan frente a la República Dominicana “como si fuéramos los culpables de los males ancestrales que padecen”.
Y agrega, que se olvidan que este país es el cirineo más fiel y solidario frente a sus grandes calamidades.
Lamenta que los haitianos se olvidan que decisiones apresuradas y sentimentales lo que hacen es empeorar el estado de pobreza que padecen millones de sus compatriotas.
“Ante esta realidad de agravios y desacuerdos deseamos y esperamos que prevalezca el diálogo constructivo. Que los intereses económicos de grupos no impidan una convivencia civilizada. En estos tiempos de globalización sería un grave error cerrar puertas”, puntualiza el órgano auspiciado por el arzobispado de Santiago.
Recuerda que el encuentro de los presidentes Danilo Medina y Michel Martelly, en Juana Méndez, Haití, creó esperanzas y expectativas del fortalecimiento de unas relaciones bilaterales basadas en la armonía, el respeto y la cooperación.
Dice que los sectores que en ambos pueblos luchan y trabajan para un entendimiento cada vez más sólido se bañaron de entusiasmo, pero a las pocas horas de esta interesante cita con olor a futuro promisorio, todo cambió.
La forma inesperada de rechazar la entrada de huevos y pollos a territorio haitiano por parte de las autoridades de esa nación abortó la alegría. Finalmente, puntualiza que un torbellino de críticas y pronunciamientos altisonantes amenazan con destruir los pilares de unas relaciones que conduzcan hacia el desarrollo común, olvidando rencores y resentimientos que aniquilan la vida.