El hombre lobo le pidió a la mujer Maravilla que se dejara hacer el amor y ella dijo que no, que había peligro de contagio, aparte de las uñas y los dientes, y que además el hombre invisible se iba a poner rojo de celos, amarillo de envidia y se iba a poner en evidencia, en peligro frente a sus enemigos.
Lo de uñas y dientes sólo en luna llena, ya lo sabes. Puedo ser dulce y suave y sobre todo discreto cuando me lo propongo, no se lo diría a nadie y además usaría preservativo.
Eso le dijo un pariente tuyo a Caperucita y mira lo que pasó. Y recuerda, si es que te has olvidado, que Superman tiene estrictamente prohibido este tipo de juntillas contranaturales. Mejor es que te aparejes con especies de tu clase, el sobrino del Conde Drácula tiene un harén al que no le da casi uso.
Las vampiras son más frígidas que María Félix cuando vivía y sólo sienten algo cuando le clavan una estaca en el corazón, y en cuanto a Superman, no olvides que le quemó el fundillo al hombre invisible, pobrecito, todavía anda cojo y no se sabe si podrá recuperarse.
Eso fue un simple desvarío, un equívoco, una provocación no prevista, fue culpa mía. Yo hacía el amor con el hombre invisible en la azotea y Superman pasaba casualmente por el vecindario, patrullando y le dio un frenesí al pobrecito un ataque de lujuria del cual no lo puedo culpar por mis desnudos encantos, porque desnuda estaba dando golpes de pandereta con el vientre como me enseñaron en las clases de bellydance y con el hombre invisible arriba, que gozaba un mundo pero no ocultaba, en virtud de su transparencia, nada de nada, y sólo yo era visible. De modo que Superman descendió gentilmente a violarme, y no lo culpo, si no para qué soy irresistible. Entonces escuché el grito desaforado que no venía de mí. Qué orgasmo, pensé, debo seguir tomando clases de Bellydance, pero el hombre invisible se desplomó a mi lado dando alaridos, y escuché en el aire dulce que alguien escapaba volando con su inocencia pervertida. Por fortuna me protegió el hombre invisible con su culambre, de lo contrario estaría en cama de hospital.
Superman es una bestia y yo soy solamente bestial en luna llena. No critiques a Superman ni a los superhéroes, no somos de tu clase.
Tienes razón. Soy un personaje trágico pero los superhéroes, la mayoría de los “comics”, son ridículos y degenerados y amanerados. La chica que vive en la baticueva con dos que se baticuevan no muestra interés en ninguno y viceversa. Tarzán sólo ha procreado con Jane una simia. Mandrake el Mago le da más uso a Lotario que a Narda. Y tú eres una frívola, prendada de tu propia belleza, y además, casi todos son agentes de la CIA. Ahí te dejo con un escrito clásico de Ludovico Silva para que te instruyas.
Los “comics” y su ideología, vistos del revés (fragmentos).
1- En el subdesarrollo latinoamericano, si hacemos excepción de dibujantes como Quino, el argentino creador de Mafalda, o como Rius, el mexicano creador de Los supermachos, todo el inmenso resto de los comics de que disfruta el lector no son otra cosa que un sutil modo de gravitación ideológica de los Estados Unidos sobre nuestros países.
2-Hay ideología en la presentación diaria del modo norteamericano de vida como el mejor; hay ideología en la difusión del racismo, en la presentación constante del negro y el amarillo como seres malignos e inferiores, fuerzas del mal; hay ideología en la difusión del sentimiento colonialista y neocolonialista que hace de Tarzán y El Fantasma los grandes dioses del subdesarrollo africano, y que hace de los países de Latinoamérica una tierra de nadie, paradero de toda clase de tahúres y bandoleros, pueblos climáticamente hundidos en el sopor tropical y envilecidos por el alcohol y la “inevitable”miseria; hay ideología en la presentación de los niños como verdaderos negociantes o mercaderes, que todo lo transforman en mercancías; hay ideología en todos esos agentes de la CIA disfrazados de magos (Mandrake), profesores universitarios (Kirby), pugilistas (Ren Bolt), viajeros espaciales (Roldán), grandes gurúes blancos (El Fantasma), o simplemente disfrazados de monos (Tarzán); hay ideología en los comics, y es una ideología específicamente imperialista.
3-Su forma ideológica es el “mensaje oculto”. Esta expresión la ideó Adorno para la TV, pero es extensible a todos los medios masivos. En el comic norteamericano ésa ha sido casi su forma única, específica, al menos hasta hace poco. Ese mensaje consiste en los supuestos sobre los cuales se desarrolla la historieta. Si en las historietas aparecen siempre los chinos (y en otro tiempo, japoneses y alemanes) como los elementos del mal, los delincuentes, y a su vez los norteamericanos corno los elementos del bien ( ¡los policías! ), se da por supuesto que el chino, mientras sea comunista, será malo; y el norteamericano, salvo que sea comunista, será bueno.
Otro supuesto: el sistema capitalista es el ideal. Otro supuesto, patente en Tarzán y El Fantasma: la raza blanca occidental es la “mejor”, la buena, la civilizadora. Otro supuesto: que el american way of life es el mejor de todos. Y así, supuesto tras supuesto, se crea una gigantesca red oculta, corno una malla interna que constituye el cuadro ideológico sugerido o “supuesto” por los comics. No queda otro remedio, para detectar esa ideología, que practicar la nietzscheana “psicología del desenmascaramiento”.
4- Los comics son leídos, sobre todo, por los niños. En ellos operan los mensajes ocultos de un modo semejante, aunque no con tanta efectividad, a la forma en que lo hace la televisión. En la infancia se forman todas las capas inconcientes y preconcientes del psiquismo, y su material profundo está constituido por lo que llamaba Freud “restos anémicos”, que son restos de impresiones visuales y auditivas en una gran parte, absorbidas por todo el sistema sensitivo. Es, en suma, un lenguaje que se sedimenta. Pero es un lenguaje que contiene representaciones primitivas del mundo y de la sociedad.
Así se forma la ideología profunda de la gente, que siempre actúa por detrás de la “ideología” que conscientemente se mantiene y, a menudo, la traiciona. No cabe duda alguna, para nosotros, que en la formación de esa primitiva ideología y representación del mundo y la sociedad inciden poderosamente, hoy en día, los medios de comunicación. Entre éstos figuran los comics, que son medios de “diversión” en apariencia y medios de comunicación ideológica en su estructura.
En la misma forma que el niño se acostumbra hoy a la idea de que el hombre vuela hacia la Luna (el hombre norteamericano, claro está, ya que de los rusos no aparece ni siquiera el Lunamóvil), también se acostumbra -hasta el punto de que llega a parecerle algo “natural”- a la idea de que la raza blanca es la mejor, de que las agencias de inteligencia yanquis están allí para cuidar el orden en el planeta, de que los barbudos de verde oliva son peligrosos, en tanto que es “normal” un individuo como El Fantasma, con overol y traje de baño en plena selva africana; de que, en suma, todo lo que viene de los Estados Unidos -incluidas las drogas, el LSD y los marines- es como si viniera del cielo.
5- ¿Cómo se puede combatir esa penetración ideológica? La mejor manera es utilizar la misma arma: las historietas. Así lo han comprendido los dibujantes antes mencionados: Quino y Rius. Quino, con su Mafalda, ha creado un comic subversivo e inteligente. Pero no es subversivo en apariencia: la subversión va incluida como mensaje oculto. Combate así a la ideología de los comics en su propio terreno.
El niño lector de Mafalda aprende que la cosa mejor del mundo no es montar una venta de limonada, como hace invariablemente el imbécil de Henry, con su cabeza pelada llena de representaciones mercantiles; aprende, en cambio, que es más propio de un niño preguntarse por qué el mundo es redondo y no cuadrado, o por qué los mayores no hacen otra cosa que negocios, o por qué se vuelven estúpidos y bestiales cuando se trata de dinero, o por qué demonios hacen la guerra, o por qué la maestra les enseña tantas tonterías sobre“los valores nacionales”, etc.
Por su parte, el mexicano Rius ha caricaturizado el“machismo” mexicano en sus Supermachos, una serie en la que sutilmente se destruye (exaltándola en apariencia) la idea de que el mexicano es hombre que se dedica a vestirse de charro para que los turistas vean cuán macho es, y se infiltra ocultamente la idea de que el mexicano bien puede -ser un hombre que luche por la desmitificación de sí mismo, por su liberación como hombre y como país. (Ludovico Silva, mayo 1071 ).