Fundado en el año 1985, en Bonao, surgió como una iniciativa de la parroquia San Antonio de Padua de Bonao y tuvo como su principal propulsor al padre Marcelino Ibarreta, quien se sentía preocupado por las personas de avanzada edad que deambulaban por las calles mendigando.El hogar comenzó a funcionar en el barrio Las Flores, mientras se construía la actual edificación, que fue levantada por partes y subvencionado con fondos aportados por diferentes organismos.
Los residentes en el hogar, en su mayoría, provienen de barrios marginados donde vivían en precarias condiciones.
Fue el día 11 de febrero del año 1988 cuando quedaron inauguradas las nuevas instalaciones, en las que funciona en la actualidad. Ese día, las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno, quienes rigen el hogar, celebran el aniversario de su fundación.
Desde hace cerca de un año, Sor Luz del Alba Betances está al frente del hogar. Antes de hacerse cargo del lugar, trabajaba en Paz y Bien, en Santo Domingo, una guardería.
Allí lidiaba con niños desde año y medio hasta cinco años, por lo que afirma que el cambio no fue fácil, pero que en el transcurso de ese tiempo se ha adaptado y lo más importante, ha logrado ganarse el cariño y la confianza de los adultos mayores, a pesar de contar con una subvención de 116 mil pesos mensuales, que aunque ayuda, no cubre ni siquiera los gastos básicos. La directora agradece la solidaridad de personas e instituciones que realizan aportes para ayudar con el cuidado de los envejecientes y con el mantenimiento del lugar.
El Hogar de Ancianos San Antonio de Padua se ha convertido en un verdadero hogar para los 34 adultos mayores que residen en sus instalaciones y que cada día reciben el cuidado del personal que labora allí.
Sor Luz del Alba Betances, directora del hogar, explica que lo más satisfactorio es el afecto que le profesan los ancianos, “aunque es inevitable no sentir pena cuando los notamos tristes porque extrañan a sus seres queridos, a quienes les dieron la vida, y que nunca vienen a visitarlos”.
Testimonios
Aunque posee capacidad para 40 personas, en la actualidad, residen 34, trece de las cuales son mujeres, que llegan al lugar, desde los 65 años en adelante y algunos pasan de los 100 años, como es el caso de Chepe, que es el mayor de todos.
Ya cumplió 107 años y se queja del fuerte dolor en el cuello que le produce levantar la cabeza, cuando está sentado y solo se le escucha decir que quiere ir a dormir un ratito. “Él siempre se quiere ir a dormir, aunque antes no era así”, dice Luz del Alba. Chepe, lleva alrededor de 12 años residiendo en el asilo.
En este tiempo se ha hecho inseparable de Fabio, quien a pesar de su avanzada edad, mantiene un gran sentido del humor, hace bromas y afirma que para saber cuando la gente está bien o mal, le basta escucharla hablar y no cesa de profesarle su amor a Sor Luz. Ana Santana, es otra de las residentes en el asilo, ella llegó hace un año, la fueron a buscar a su casa, porque su hija no la podía cuidar. Hoy, alegre y con entusiasmo, proclama que “esta es mi familia. No quiero que me saquen de aquí. Me gusta todo de este lugar”. Esta frase la repite, cada vez, que para hacerle bromas, le dicen que la van a ir a buscar para llevarla a otro lugar.
Otra de las señoras que residen en el asilo es Ana, ella tiene 75 años de edad y llegó en condiciones críticas. Hace un año que es paciente de diálisis en el Hospital Materno Infantil. Allí también se encuentra el ingeniero Bautista Rosario. El mismo se presenta con el título y todo y pregunta si su interlocutor quiere que hablen en inglés o en español. Conversa largo rato, sin dejar de mencionar los más de 30 años que trabajó en la Falconbrige. Explica que hace alrededor de 10 años le dio un derrame cerebral que le paralizó el lado izquierdo.
Aunque al principio no fue fácil verse imposibilitado, después fue aceptando la situación. “Mi familia trató, en los Estados Unidos, de hacerme volver a caminar, pero les dije que había que aceptar las cosas de Dios”. Tiene tres hijos, quienes viven con su familia en el extranjero. “La decisión de estar aquí es mía”, expresa con firmeza, porque entiende que es un lugar donde se respira paz, amor y fe.
Sustento
Sor Luz del Alba Betances, directora del centro, explica que además de la subvención de 116 mil pesos mensuales, reciben donaciones de alimentos, ropas, sábanas y medicamentos, pero se queja de que algunas veces reciben medicamentos a punto de vencerse y ropa en muy mal estado. En el Asilo de Ancianos San Antonio de Padua laboran 31 personas, seis de ellas son hombres.
Necesidades
Son muchas las necesidades que deben enfrentar para poder ofrecer sustento a los envejeciente a los que han dado acogida para hacer más felices los últimos años de su vida. Alimentos, medicamentos, leche, artículos de limpieza, de higiene personal, sábanas, entre otras, forman parte de los requerimientos principales de esta institución.
Lo más triste es no ver a sus hijos
Sor Luz del Alba Betances, directora del hogar, asegura que esta es una misión que le llena de satisfacción y alegría, pero que muchas veces sufre al ver la tristeza de estos abuelitos, que esperan todos los días que sus hijos se acerquen a visitarlos.
Las fechas más tristes en el hogar son la Nochebuena, la noche del 31 de diciembre y el día primero de enero.
“En estas fechas, ellos esperan por sus hijos, los cuales brillan por su ausencia y aunque a veces no hablan, es fácil saber el motivo de su tristeza”, afirma la religiosa.
Aunque se sienten felices en su nuevo hogar y con la que ahora es su nueva familia, es notoria la nostalgia por sus seres queridos, su vida en la juventud, sus cosas y el entorno en el cual vivieron toda su vida y que tuvieron que dejar para no volver jamás.
Un reto
Cuando me asignaron a este lugar, me resultó muy difícil, porque trabajaba con niños, pero al cabo del tiempo, me adapté y me siento feliz”.
Ana Santana
Esta es mi familia. No quiero que me saquen de aquí. Me gusta todo de este lugar. No me voy para ninguna parte, aunque me boten”.
Bautista Rosario
La decisión de estar aquí es mía. Me siento muy feliz y bien aquí. Este es un lugar donde se respira paz, amor y fe cristiana”.