Estos tiempos de pro y anti inmigrantes en los que Obama sólo quiere “…a los mejores y más inteligentes que vengan aquí…” pueden ser aprovechados para contar las historias de los que nos precedieron en la migración. Hacer las Américas creó historias de todo tipo. Muchas de ellas son recreaciones fantasiosas, otras pura verdad; éstas son de amor y desamor.
1.-El Arado de Orandina y Aurelio Rico.
Aurelio se despidió de Orandina en el muelle. Ella llevó el arado recién comprado como último intento de convencerle para que se quedara; pero él se vino a América a probar suerte. 50 años después volvió y la fue a ver, ella aún lo esperaba sin saber nada de él. Ya viejos, se casaron. Y ella le mantuvo el arado en la sala de la casa, como recordatorio de esos 50 años de espera.
2.-La Cuba del abuelo José Llaca Vela.
Mi abuelo se radicó en Cuba. Estando casado y con familia allá se lio con la mujer de un militar importante y peligroso. Todo se supo, y tuvo que salir huyendo de Cuba hacia RD. Ella, la infiel, se envenenó para terminar el drama. El abuelo infiel hizo vida nueva en RD y contaba, mintiendo, que había venido exiliado por Franco, y que era de Pamplona, siendo de Asturias; todo para que no le pillara el militar cubano. Ya viejo, retornó a Milagros y a Llanes, donde murió.
3.-El tío Joaquín de Miguel Dosal Llerandi.
Era piloto de Iberia y le cogió con irse a Cuba. Antes, su abuelo y bisabuelo lo habían hecho. Vivía en el pueblo de Barajas, en donde dejó a su novia de juventud. Ya en Cuba se dedicó a ser piloto y cosechar tabaco. En un robo a su propiedad, un ladrón murió en intercambio de disparos. No se le hicieron cargos porque fue en legítima defensa. Triunfó la “revolución” y sus familiares se fueron de Cuba a RD, pero Joaquín se quedó. Las nuevas autoridades comunistas de Fidel, por alguna rama tenían vínculos familiares con el ladrón muerto, quien, según ellos, era un héroe revolucionario. Joaquín fue condenado a confiscación de bienes, a 50 años de cárcel, cárcel de solitaria y de sustos de fusilamientos. Sus familiares de España consiguieron, a través del gobierno, que le liberaran después de 18 años. Tuvo que volver a Barajas, España. Al volver, encontró que su novia aún lo esperaba. Se casaron, pero él siempre mostraba una pena en el rostro, y andaba con la cabeza humillada. Iba al aeropuerto todos los días que habían vuelos a Cuba, para mandar paquetes a aquellos que quedaron allá. Al poco tiempo, murió.