Tan simple (aunque con sus complejidades) como suena: el Tribunal Superior Electoral podría sentenciar hoy el punto de no retorno y la conversión en pesadilla del sueño de Danilo Medina de hacer el gobierno al que todos aspiramos.
Si hoy los magistrados de tan alta corte insisten en violar su propia ley y sentencian dejar las siglas PRD en manos diferentes a quienes manejan y representan el cuerpo social del partido, abrirían el camino de la confrontación como salida política.
En su denuncia ante la Organización de Estados Americanos, Hipólito Mejía no solo ilegitima y ratifica no reconocer al gobierno electo, sino que emula a Julio César cuando al cruzar con sus legionarios el río Rubicon a sabiendas de que lo acusarían de ser enemigo de la República y de pretender llevar a Roma a la guerra civil, recordó al griego Meandro al pronunciar la famosa frase “Alea iacta est” (La suerte está echada).
A diferencia del presidente Leonel Fernández, que ha hecho de la oposición su aliada y socia, lo que hoy decida el Tribunal Superior Electoral, dejaría a Danilo como escenario externo la confrontación. Y las consecuencias son impredecibles si el encono social y del perredeísmo se hace manifiesto.
Para hacer la diferencia, Danilo tendrá que marcar distancia de quienes lo cargaron en andas y lo convirtieron en presidente. Pelear en dos frentes, sobre todo cuando el interno es mucho más poderoso que el externo, es garantía de fracaso.
Danilo tendría que evitar la confrontación social y externa y concertar con quien representa la mayor fuerza opositora. En sus manos está hacerse orgullo de todos, o que su librito sea un cuaderno de garabatos y que su gobierno se recuerde como que lo preferible sería que no hubiera sido. Aunque al final las lágrimas son buen aliciente para el alma.