En exactamente seis días (20 de noviembre), se cumplen 25 años de la aprobación de la Convención sobre los Derechos de las Niñas y los Niños, el tratado internacional de Derechos Humanos más ratificado desde su adopción por unanimidad en la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989. Para su conmemoración, el Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas (UNICEF), ha declarado el 2014 como el “Año de la Innovación para la Equidad”, a fin de promover el bienestar de la infancia “concentrando la atención mundial en la presentación y el desarrollo de soluciones innovadoras”.
Si bien es cierto que, como ellos mismos reconocen, han logrado cumplir algunas de las metas que se hicieran al momento de realizar este tratado (reducción de la mortalidad infantil, mejores oportunidades para las niñas, mayor número de matriculación escolar), todavía les resta un gran camino que recorrer. A la fecha, se les han sumado nuevos desafíos, que implican dar a niños y niñas una mayor oportunidad dentro del plan de desarrollo social, en el que puedan beneficiarse. En palabras claves: inclusión, y por supuesto, que la misma sea equitativa, no ha sido una casualidad que ése sea el eslogan de este año.
De plano, contemplar el escenario de la niñez a nivel mundial y nacional, es abrumador. Pareciera como si las soluciones fueran imposibles de alcanzar, como si los patrones no pudieran cambiarse y así, ofrecerles un presente sin espinas que maltrate sus pisadas inocentes. Cuando aparecen historias como las de “Simón” (nombre ficticio), un pequeño de ojos saltones que vendía huevos hervidos en la intersección de la Avenida Máximo Gómez con Bolívar, una siente que es una realidad eso de hay mucho por hacer.
A ese pequeño lo conocí y jamás he podido olvidar su rostro. Su mirada, el temblor de su cuerpo y su voz entrecortada están en mi memoria y me persiguen de vez en cuando. Escribiendo este artículo me asaltaron de pronto y me rasguñaron el alma. Ambos tomamos el mismo vehículo, una guagua “voladora”, rumbo a la Duarte. Estaba nervioso y las lágrimas se le salían, una tras otra, sin que el brazo con el que trataba de quitarlas del rostro, lograra evitarlo. Le pregunté qué le pasaba. No tenía para pagar el trayecto hasta su casa y el cobrador quería bajarlo. Pero algo más sucedía. Cuando resolví el problema del pasaje, me lo confesó. Lo habían atracado. Dos hombres lo habían atacado, quitándole de entre las manos el cartón de huevos, con los pocos que no había podido vender, estrellándolos al piso y pisoteándolos. A Simón también lo golpearon, dice que para quitarle los RD$200 que tenía que llevar a su casa, que se resistía a darles. En esta parte de la historia lloró aún más y a mí se me anudó la garganta: me decía gimiendo que su mamá no iba a creerle aquella historia y le golpearía sin piedad por llegar sin la mercancía y sin el dinero. Sólo hasta ahora me percataba que su piel mestiza estaba como empolvada por la tierra, se agarraba un brazo y tenía magullones en los pies y la cabeza. Estaba de una pieza. Entre una señora que también había escuchado la historia, y quien escribe, le dimos el dinero que le hacía falta. Sin embargo, cuando desabordó la guagua, y se metió por los callejones que daban a su casa, no sentí ningún tipo de alivio. Pensé en los cientos, miles o millones de Simón que creen que esa es la vida que merecen. Por cierto, el pequeño de esta historia no estudia, porque no tiene tiempo. Vender huevos le lleva todo el día.
Realidad versus el ideal
El complejo problema de fondo que afecta la realidad de la niñez revela cómo ellos son vulnerables a todo lo que sucede a su alrededor. Si el país es pobre, los niños y niñas serán los más pobres. Si hay deficiencia en la educación, la niñez será la más limitada a los planteles de estudio. Si el sistema de salud está resquebrajado, serán los menores de 18 años de la población con más probabilidades de ver afectada su asistencia en caso de contagiarse de alguna enfermedad, así sea o no grave.
Es por eso que la Declaración de los Derechos del Niño vela por su protección integral, debido a su falta de madurez física y mental, que amerita entonces una protección y cuidados especiales, incluso la legal, antes y después de su nacimiento, afirma el documento. “La humanidad debe al niño (a) lo mejor que pueda darle”, se deja leer en uno de los párrafos de su preámbulo.
“Las cifras y datos proporcionan a los gobiernos información que les permite tomar decisiones y emprender acciones encaminadas a mejorar sus vidas”. Estado Mundial de la Infancia 2014, Todos los niños y niñas cuentan.
En RD la pobreza tiene rostro infantil
El análisis de la situación de la Infancia y la Adolescencia en la República Dominicana 2012, revela que la pobreza de ingreso afecta a una proporción mayor de niños, niñas y adolescentes, que a la población adulta. Un Estudio realizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y UNICEF, estimó que para el 2007 la pobreza infantil total en toda la región era de 45% y de un 17.9% correspondía a pobreza extrema. En el país ese mismo estudio reveló que la incidencia de la pobreza infantil total era de un 49.3% y en la extrema de un 7.7%.
Para el 2010, la pobreza de ingreso afectaba casi el 54% de la población infantil, un 29% más que la población en general. En palabras claras, 1.8 millones de niñas y niños dominicanos viven en pobreza monetaria, representando el 46.7% de la población pobre del país. De igual manera, en 2010, el 17.3% de la población infantil, aproximadamente 600 mil niños y niñas, vivían en hogares de pobreza extrema.
De cada 10 niños, niñas y adolescentes residentes en las zonas rurales, 6.3% eran pobres, y en las zonas urbanas, lo era el 4.5%. Esto, en un análisis realizado entre el 2000 al 2010, significa la brecha que existe entre las ciudades y el campo.
“La pobreza infantil es mayor en las regiones El Valle, Enriquillo, y del Cibao Noroeste, todas con provincias fronterizas, conocidas por su pobre desempeño económico, precaria dotación de infraestructura, servicios sociales precarios y una economía de poca diversidad. A pesar de esto, la mayoría de los niños, niñas y adolescentes con pobreza de ingreso viven en las regiones más ricas y de mayor población en el país: el Gran Santo Domingo, San Cristóbal y el Cibao Central, específicamente en Santiago”, apunta el informe.
RD se encuentra en la posición #79 de mortalidad de menores de 5 años.