En esta semana el presidente Danilo Medina juramentó el Consejo Consultivo de la Iniciativa para la Productividad y la Competencia, un mecanismo integrado por los principales empresarios del país y los principales ministros del gobierno, cuya función principal es trabajar para la creación de políticas y prácticas públicas y privadas, que coloquen a nuestra nación en capacidad de producir con mayor eficacia y aumentar sus potencialidades de competencia en el mundo moderno.
Al dirigirse a los principales empresarios dominicanos presentes en esa actividad, el presidente Medina expresó que una de las principales vías para lograr adecuar nuestras naciones a los retos de la modernidad, es trabajando para dignificar el salario de los trabajadores y empleados. Con esa vocación de hombre preocupado por el bienestar de las grandes mayorías, Danilo dijo con justa razón que ya en estos tiempos no es posible tener un grupo reducido de industrias convenientemente desarrolladas como islas en medio de un mar de carencias, que no es posible tener industrias y empresarios con altos niveles de ingresos y de riquezas mientras la desigualdad, la exclusión y los bajos salarios afectan las clases más bajas.
Su grito de guerra ante el empresariado nacional fue que “se deben dignificar los salarios y aumentar el bienestar de la mayoría de la población”. Y en ese aspecto el presidente Medina tiene toda la razón. El elemento fundamental para alcanzar los niveles de producción más elevados y, por vía de consecuencia, lograr aumentar nuestras capacidades competitivas, es mejorando las condiciones de vida de quienes son el eslabón fundamental de la cadena productiva: los trabajadores.
El presidente Medina hizo referencia a un estudio de la Cepal donde se establece que en América Latina las empresas que generan el 67% del producto bruto interno sólo generan el 20% de los empleos, mientras que el restante 80% de los empleos está generado por la pequeña, mediana y microempresa, que sólo generan el 33% de la riqueza. Es decir, que quienes concentran la mayor riqueza generan menos empleos y por tanto aumentan los niveles de desigualdad, de exclusión y afectan la competitividad y la productividad.
Esa tendencia debe ser revertida. Es responsabilidad de los gobiernos trabajar cada vez más y más con políticas públicas que lleven a que se aumenten los niveles salariales de los trabajadores y que el sector privado tome conciencia que en la medida que aumenta la capacidad de ingreso de sus trabajadores, en esa misma medida está ampliando su capacidad de producir más y de generar mayores beneficios para ellos mismos y para la sociedad.
Y partiendo de esa realidad debemos estar conscientes de que, tal y como le dijo el presidente Medina a los empresarios, el gobierno y los sectores productivos del país tienen que trabajar juntos para superar esa desigualdad, ya que no puede haber productividad si la mayoría de los empleos son de ingresos bajos.
El presidente Medina fue claro y firme ante los empresarios. Con visión, les precisó que el desarrollo de la productividad nacional solo será posible y duradero si va acompañado del desarrollo de “nuestra gente”, de la creación de oportunidades y empleos dignos para todos.
Y finamente les lanzó el reto. Para lograr ese objetivo se deben sumar los esfuerzos del sector privado, el gobierno y la sociedad, en un proyecto de largo plazo que permita construir un tejido empresarial competitivo, una sólida clase media y un Estado moderno que sea capaz de ofrecer servicios públicos eficientes a la población, con sanidad, educación, seguridad social y transporte.