Haití, muros y murallas contra el miedo

El 9 de noviembre de hace ya unos 25 años cayó el muro que dividía a unas ideologías, no a una nación, ya que los alemanes siguieron siendo alemanes de uno y otro lado. Las ideologías no pudieron deshacer lo que era: el pueblo alemán.

El 9 de noviembre de hace ya unos 25 años cayó el muro que dividía a unas ideologías, no a una nación, ya que los alemanes siguieron siendo alemanes de uno y otro lado. Las ideologías no pudieron deshacer lo que era: el pueblo alemán.

Los chinos hicieron la más famosa muralla que ha existido, y existirá pues ahora es “Patrimonio de la humanidad”, tratando ingenuamente de preservarse de los ataques e influencia de lo que ellos llamaban extranjeros bárbaros. Vano intento, la otredad es lo que nos hace el yo. Sin el otro, no somos.

El muro físico, de bloques o concreto armado con alambres y cuchillas afiladas, que muchos desean entre Haití y República Dominicana es otro vano intento, pues lo que siempre ha estado separado por la historia, la idiosincrasia, el espíritu nacional y la violencia seguirá separado para siempre; contrario a lo que pasó en Alemania, que nunca estuvo espiritualmente separada. ¿Por qué se pide un muro o muralla, por ambas partes, en la frontera? Por la situación de incertidumbre que han creado grupos extranjeros anti dominicanos, y dominicanos neo traidores.

El haitiano actual es el descendiente del ser traído de África en los barcos traficantes de esclavos. Eso no quiere decir que los haitianos actuales son los descendientes de esclavos; sino de africanos esclavizados. Aquellos seres originarios del Haití africano eran miembros de tribus dispersas de África, absolutamente ignorantes de la mentalidad europea, incapaces de comprender la organización social a la que le llevaban amarrados, y mucho menos de sostenerla una vez que eran incorporados a ella, de ahí el desastre de Haití cuando ellos empezaron a autogobernarse. Son conductas que perviven en sus descendientes actuales. Las ideas del Estado y del contrato social están aún sin construir en el cerebro del “haitiano moderno”, recordad a Aristide y su avalancha arrasadora de toda civilización posible. Las ideas de libertad y de solidaridad son nieblas en sus mentes. Las ideas de riqueza y economía no pasan de ser las de saciar el propio consumo inmediato, arrebatando en el combate o la rapiña al vecino lo que éste pueda producir. Su religiosidad no responde a una finalidad espiritual trascendente, pues no es un código moral ni ético, sino un atávico fetichismo que aspira a obtener mediante “hechizos y trabajos” ventajas inmorales e ilícitas en favor del solicitante contra los demás hombres sin importarle las consecuencias, sólo el fin que buscan saciar.

La conducta que muestran últimamente los haitianos en RD nos muestra a la perfección su forma de actuar. Cada día son más vistos en la crónica de sucesos, lo que está generando por primera vez un verdadero rechazo.

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